No pretendo analizar la insobornable timidez de Kafka, ni alcanzar el código para descifrar el rumbo de la Literatura que viene, sino zambullirme en el encriptamiento de las palabras en caso de que alguien se atreva a romper de una vez los caducos moldes de la obviedad y de vestir con esmero a la diosa de la escritura, que sigue desnuda después de tantos siglos. Lo que se escribe ahora es pura basura, pura subversión hacia la idiotez. Preocupa que pésimos autores de pésimas novelas remoloneen mientras nos echan el forraje a la mente, sin más vergüenza que la desvergüenza comercial. A tanto incontinente de excretas cerebrales habría que leerle la cartilla y pedirle que no siga por ahí que se retire de esos lances tan hediondos e intente escribir y no describir,formular pensamientos y no inmundicias contagiosas, moldear ideas y amasarlas en líneas en lugar de abrasarnos con tediosas parrafadas. Si el glorioso tuberculoso de las letras tuvo tantos escrúpulos a la hora de entregar unas pocas cuartillas manuscritas a sus editores teutones por algo sería, sin duda por respeto a las palabras, verbos y adjetivos. Tan vacíos nos hemos quedado en las artes que dan ganas de llorar.
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