jueves, 27 de septiembre de 2012

Mi país



Ya no me gusta este país. Ni las nostalgias doradas de otros tiempos mejores, ni  los  buenos recuerdos salvan  la percepción amarga, y algo siniestra, que  ahora tengo de  él. Siento una opresión pagana desprovista de argumentos y mensaje  ascendiendo por la cuesta del hastío. No me gusta lo que veo en el horizonte. Serán los momentos actuales, tal vez, o será una  extraña premonición. Oigo voces destalentadas y opiniones alejadas de cualquier cordura. Hay demasiada mugre y poca floración en medio de todo, y lo peor no es lo que hay sino la esterilidad que se ha instalado. Algún día cambiará todo, pero, ¿de qué manera?


Sospecho que es por  la incapacidad de todos,  por la falta de perspectiva vital,  por lo que hemos llegado a este punto. Nunca hemos estado realmente preparados para cultivar el progreso y la convivencia, nos hemos quedado  en la estela del desarrollo occidental, allí donde se acumulan los humos de la combustión de los avances  materiales, como  seres adaptados a los residuos del proceso evolutivo de Occidente. Pero no hemos puesto entusiasmo ni esfuerzo por adelantar el puesto. Malas copias de simulacros civilizados. Pura fachada sin convicción. Así tenemos el lugar que nos merecemos sin paliativos.

De mis recuerdos puedo contar que hubo un tiempo remoto, en blanco y negro, en el que existió un atisbo de superación, pero de eso ya hace muchos años. Ahora nos parecemos, en conjunto a un muñeco de trapo  que no se tiene en pie y  espera un milagro imposible que le dote de vida y movimiento. Demasiado delirio y poca sensatez. No  son tiempos de especulación sino de contrición,  en los que la realidad impone  tal respeto que no vale mirar a otra parte o dejar que pase el tiempo. Pasarán  los días pero no pasará el lastre.

Mi país está sacando lo peor de cada casa a la calle, clama lo absurdo y se niega a recomponer los restos del naufragio. Vive aposentado en un solar yermo por donde nunca pasa nadie y persigue las nubes con la mirada. Mi país no se atreve a reconocer su deficiencia colectiva, se zafa de cualquier propósito de la enmienda y se llena aspavientos inútiles.

Mi país es ciego, sordo,  y verborreico

domingo, 23 de septiembre de 2012

Viejos Rockeros







Uno pertenece a esa generación que creció entre la aquella música inmortal del rock, y sin querer llevamos el estigma indeleble de todo un proceso en nuestras mentes. Tal vez, incluso, hasta en nuestros genes. Porque despertar a la adolescencia con acordes de guitarra eléctrica deja, sin dudarlo, una impronta para siempre, por mucho que a estas alturas de la vida tengamos menos pelo y no luzcamos un tipo estilizado. Qué más da, lo crucial es comprender ese ritmo y ese sonido abriendo las sensaciones a otra dimensión.

Este verano tuve la ocasión de escuchar y disfrutar a dos grandes del rock. Tanto Norman Foster como Santi Campillo, cada cual en su línea, atesoran esa genialidad de fundirse con su guitarra y sacar de ella notas que liberan endorfinas en nuestro cerebro. Ahí es nada.  No hace falta ser un melómano para gozar intensamente  del rock, como no hace falta ser un gourmet para disfrutar de un jabugo cinco jotas. Son sensaciones de máximo alcance y como tales nos hacen felices por encima de las circunstancias y los tiempos. Lo que ha significado esa música es muy complejo y largo de analizar, pero hay formas domésticas de explicarlo.

A los diecisiete años tenía una guitarra española, New-Phono, con la que aprendí a tocar, a acompañar mejor dicho. Eran aquellos tiempos en los que coexistía el folk con el rock. Mi ambiente me llevó al folk, ya se sabe…aquel tiempo, y compusimos, cantamos y tocamos, canciones de ese género comprometido con lo social, lo justo, y lo bello. El rock sonaba más feroz, más anárquico y más demoledor, siempre bajo una inercia apabullante y menos ideológica. Al pasar los años he comprobado que la herramienta poderosa de transformación hacia una sociedad nueva ha sido el rock, aquel rock de estruendo cantado en inglés. Su fuerza está en su  esencia, sin necesidad de comprender sus letras, como un lenguaje primitivo que alienta a la acción y al cambio, como un grito prehistórico que contiene el clamor de los deseos humanos.


Cuarenta años después he comprado una Fender Stratocaster, como quien adquiere la espada mágica. Ahora todos aquellos sueños de amor paz y derechos humanos de entonces se han desvanecido- Sus cantautores, los que aún viven, gozan de un alto status y miran hacia otra parte escenificando nostalgias (a petición de intereses políticos)  con el riñón forrado. Ya ven. Por el contrario, aquellos viejos rockeros son los únicos que siguen en la batalla armados con sus guitarras, más pobres, mas ajados, canosos o calvos, tocando en la calle o en garitos, haciendo sonar el mensaje de las cuerdas con la fuerza de su amor al rock.  Siento lo que ellos sienten. Mejor tarde que nunca.

Conozco a algunos de esos viejos rockeros…son gente sencilla, amable, y convencida.  Larga vida al Rock.

lunes, 17 de septiembre de 2012

Idolos con pies de barro




Son muchos, son legión, los que profesan admiración a muchos iconos y personajes. Tal vez son demasiados para demasiada desmesura. La fiebre del incondicional parece ser ya una pandemia, y ninguna enfermedad, por leve que sea, deja de ser una grave amenaza cuando se da en grandes volúmenes de población. Los ídolos, este es el caso, son ya a estas alturas un marcador específico de una inquietante paranoia social. Les digo que ninguno de los personajes mediáticos de nuestra sociedad merece tanta adoración.

Hay ídolos cargados de dinero y de glamour que solo dan patadas a un balón, con más o menos pericia, y merced a ello suscitan sentimientos fervorosos. Vaya regalo de los dioses. Luego se permiten, algunos, hasta despreciar a quienes los sufragan y aplauden. Aquí pasa algo muy anómalo. Otros provienen de la Política, y representan algo similar como fenómeno, confiscando adeptos incondicionales cuando son estrictamente servidores de la “res publica”. Si alguno de estos salta, para su bien o para su mal, a la actualidad noticiable se exacerban las adhesiones “inquebrantables”. Un mal síntoma psiquiátrico. Miren, toda esta gente tiene unas responsabilidades asumidas libremente para la gestión de asuntos generales, nada más. No puede ser que a cada paso que den una nube de fotógrafos les capte para no sé qué colección o archivo gigantesco. La mayoría, además, son feos/feas o  desgarbados/desgarbadas. Digamos que este proceso psico-mental de ellos y de sus millones de adeptos se retroalimenta peligrosamente hacia un espacio-tiempo cada vez menos inteligible.

Por el contrario no se toma en cuenta, o no en la medida apropiada, a los seres íntimos y directos, a los del entorno próximo, a los que circulan por la misma escalera, la misma calle o  el mismo lugar de trabajo. A ellos les presuponemos  con un soso reconocimiento, no nos hacen vibrar con su amabilidad, sus buenas intenciones, o su cariño verdadero. Nadie les fotografía, ni les entrevista, y nosotros apenas cruzamos unas simples palabras. Los auténticos héroes de la vida están muy cercanos, pero para ellos no hay más que simplezas y obviedades, en el mejor de los casos. Lástima.

Al final, los ídolos con pies de barro están ganado la partida de la locura emocional, y contemplando en primera fila el desaguisado nos convertimos en cómplices necesarios del error. No estamos reaccionando bien en materia de calidad sentimental, y posiblemente nos hayamos equivocado de camino, todos juntos, en masa.

 No hay mitos que valgan, solo hay vanidades patológicas. Recuerden.

domingo, 9 de septiembre de 2012

EUROVEGAS, dudas y tentaciones




El  mundo del juego autorizado es legal, o “legal”. Son actividades comerciales que tributan por los beneficios obtenidos de sus servicios, o  “servicios”. Creo que se entiende perfectamente. Y  la noticia de hoy es el anuncio de la instalación de Eurovegas,  que por suponer la primera macroestructura lúdica que se instala en España se ha convertido en un titular de alcance, en una “excelente noticia económica” (para algunos), o en una fuente de oportunidades para otros tantos. Hasta aquí, asépticamente, todo está en orden, pero hay más. No es que uno esté posicionado en un rigor moral extremo, ni en una tendencia retrógrada, pero me han surgido dudas acerca de Eurovegas, dudas conceptuales y hasta dudas políticas (que ya es tener dudas).

La empresa pagará sus impuestos, contratará a miles de trabajadores, y consumirá un alto volumen de suministros. Cierto. Donde había terrenos yermos se levantarán extensas construcciones y con todo ello se generará riqueza, en términos generales. Perfecto. Madrid aumentará su presencia mediática, y se convertirá en una referencia mundial  del black jack y la ruleta. Pero, como en el juego de la bolita, las apuestas se pueden hacer hasta que se escucha el “rien ne va plus”. Después todo sigue con un repique entre casilleros y  la mecánica mas chapucera, pero más inexorable, la hace posar sobre un número que decepciona a la mayoría y alboroza a muy pocos, a uno solo, o a nadie. Lo esperpéntico es que siempre hay al menos un ganador, a veces el mismo juez y  parte del juego. Qué les voy a contar más. Pues sí, les diré algo más, algo inquietante, algo de cosecha propia y no contrastado, algo intuitivo.

Adelson ha descartado Barcelona por la inestabilidad secesionista que ha percibido en Catalunya. Ningún empresario cabal pondría granjas de cerdos, para la exportación, en Arabia Saudí por muchas garantías que le diera la Realeza de dicho país. Esa es la cuestión. Y Adelson ha elegido Madrid por ser la capital de un país necesitado, que bordea la ruina, dentro del cual es muy sencillo poner condiciones a sus gobernantes. Nadie molestará a los clientes, nadie se inmiscuirá en sus actividades ni en la dinámica de esas noches de oropel, y nadie preguntará nada que ocasione incomodidad a los asiduos u ocasionales con la cartera bien llena. Y si en alguna circunstancia la cuestión llega a mayores, Adelson sabe que puede corromper con suma facilidad, con la amenaza de cerrar o con discretos regalos depositados en Suiza o en las Islas Cayman. Recordemos, una vez más, que España (y sus naciones asociadas) es un lugar donde lo único rentable es lo mas sucio, desde videos masturbatorios -intimidades para los amigos- hasta  copiar y pegar macrocasinos -pactos fiscales para los enemigos-.  Les prometo que hoy no estoy pesimista ni depresivo..

Solo me queda una última (iba a poner esperanza pero no la pongo para que no se me malinterprete)  petición fervorosa… que Eurovegas sea puta pero honrada.

sábado, 1 de septiembre de 2012

El tiempo mató a la estrella


Cualquiera de nosotros ha vivido la experiencia de la involución ajena, de esa persona  próxima que durante mucho tiempo  pertenece al rompecabezas multicolor de nuestra vida  hasta que empieza a declinar. Es entonces cuando percibimos  la pérdida inefable de una parte de nosotros  mismos mientras el tiempo sigue avanzando,  el frío aviso  de la caducidad existencial.  Supone algo inherente a  todos los seres  vivos, como el fenómeno  de  la apoptosis o suicidio  de una célula  mientras el resto del  tejido   mantiene sus funciones.  Se empiezan a anular algunas referencias en nuestra vida como circunstancias imprevisibles, lazos estrechos que se desanudan ante nuestro estupor aún   persistiendo el  esbozo fantasmal de lo que han sido.  Es algo doloroso y  tratándose de emociones entre humanos concretos no son substituibles.

Sin referirme a nadie en concreto, o tal vez sí, durante años había conseguido  con él una suerte de empatía que alcanzó grados de complicidad. Esperaba sus comentarios agudos  con verdadero placer. Era ocurrente, parco y directo,  siempre respetable. Lejos, ambos,  en el espacio y en el tiempo, orbitando en vidas distintas, nos aproximábamos en muchas ocasiones. Un ser con personalidad, un punto de encuentro definido al que recurría sin el temor de los intereses ni las dudas de las intenciones, por más que era real y corpóreo. Todo un arquetipo espiritual con quien intercambiaba opiniones  sin riesgos ni censuras.  No era un tópico, había surgido de forma inesperada en mi vida, y yo en la suya. Terminé por apreciarle muchísimo. Y un día, no sé  cuándo o no recuerdo, esa relación empezó a debilitarse. Se espaciaron las conversaciones y  se fueron acortando.  Su  chispa se hizo más tenue hasta convertirse en un monólogo plano de sí mismo, sin trasiego de ideas, declarando sus fatalidades cotidianas o sus intrascendentes juicios de alguna noticia mediática. Ya no quedaba ni un ápice de fertilidad en nuestros  diálogos. Se había hecho viejo, huyendo al último reducto de la existencia, a  ese país dictatorial de las necesidades.  Todo el cariño seguía  vigente, pero en  una especie de estado de coma. La presencia había dejado paso al recuerdo. El tiempo “había matado a la estrella”. En este caso no fue la radio.

A estas alturas solo queda amarle y atenderle, sin penas ni glorias. Sin más.