miércoles, 28 de noviembre de 2018

Un viejo amigo (e insólito)


Nos hemos citado en un bar próximo a donde nos vimos por última vez, hace dieciocho años. Mi amigo, Plinio (pseudónimo), es un ser especial. Muy especial  Aunque cae la tarde otoñal en esta inefable Barcelona desdibujada, turística y separatista, me percato de que el ritmo cardíaco de la ciudad apenas ha variado. Digamos que aunque el bar es distinto el ambiente sigue siendo el mismo y los transeúntes parecen repetidos. Allí está, me espera en la puerta de la cafetería con su impecable porte enajenado de siempre. Barba y pelo blancos, eso si.

De vez en cuando, para no perecer de monotonía,  hay que recurrir al surrealismo más conspicuo, daliniano,  ese que anda escondido y demodé pero impoluto en sus reglas y preceptos, es decir...irreal dentro de la más cruda realidad. La cosa, como veremos, tiene miga.

Plinio y yo fuimos al mismo colegio, compartimos las sacudidas eléctricas de la adolescencia y terminamos estudiando la misma carrera: Medicina. Fue en distintas Universidades,  de ahi que nos pasáramos muchos años sin apenas relación. Avatares vitales. De sus orígenes solo diré que su madre procedía de un pueblo del Empordá, y que su padre era todo un caballero de traje corbata y copa de Magno. La tramontana suele soplar también en los adentros, lo se por experiencia, por los veranos que pasé con él en el pueblo de su madre y por la mili que hice en el CIR número nueve, y azota la razón con sus furiosas ráfagas, de ahí que algo de castigo haya sufrido la bandera de su mente, que por cierto sigue flameando. Yo sabía que, una vez más, iba a una cita con lo insólito, Con él no hay otra opción. pero , al menos,  iba escuchar lo que ya no se le oye a nadie y, eso,  personalmente me interesa.

Tiene diez hijos y sesenta y siete nietos. No recuerda los nombres de todos ellos, pero les ama inmensamente a todos, Buen principio. Si, sesenta y siete nietos, No es una broma. Rememorando viejos tiempos, como dos abuelos cebolletas  (con esos datos yo cebolleta ,  él cebolla excelsa y reina de todas las cocinas), aparece (irrumpe) el  leit motiv de su patriarcado: es un hombre lleno de Fe que ha sembrado y recogido los frutos de un amor  difícil de comprender para mi pero tan auténtico como el propio destino sus descendientes. Todos, todos ellos, pertenecen a una Congregación católica que se ha radicado en diversos países de Europa. También estuvieron, como misioneros,  unos años en Sudamérica, pero regresaron cuando confirmaron que aquello no tenía arreglo posible. No cree en el Cielo, ni en la salvación, solo cree en el Amor de Jesucristo. Es, sin ambages, un fundamentalista genuino que ejerce y vive como tal, que solo hace explotar ese Amor, que se siente impuro y excesivamente afortunado en su vida, que no merece tanta felicidad como tiene, que denosta la vitriólica doctrina del Opus Dei y otras Ordenes religiosas parasitadas por los siete pecados capitales, que cumple malamente  con su deber, día a día, sin autoproclamarse ser nada ni nadie.

En la mesa contigua está sentada una mujer cuarentona con perrito lanudo incluido , bien vestida y de rictus económico alto, de esas que no paran de darle al teléfono móvil para whatsappear  comprar ropa y otra vez whatsappear y agregar foto de lo comprado, todo como una letanía. Cuando su sensorio se despeja fugazmente haciendo una pausa comercial escucha el monólogo de mi amigo y acto seguido, espantada como quien huye de un atentado terrorista, se cambia de sitio, pies en polvorosa, dos mesas más allá.

Finalmente, yo con la boca de mi amígdala cerebral abierta como un bobo de par en par, me revela que cuando era muy joven su objetivo vital no era otro que quedarse soltero y pegarse la gran vida. Mi viejo amigo. Insólito. Vivir para ver.



sábado, 17 de noviembre de 2018

La nonagésima edad








La tarde brumosa y otoñal, brillando los focos ferroviarios con fulgor en todo lo alto, potentes como un halo níveo bajo el cielo.  Allí aguardaba yo la llegada del tren, mi esporádico y rutinario tren veloz desprovisto de toda poesía. Tiempos modernos. Tiempos nada románticos. Tiempos grises como la mismísima tarde. Era toda una recurrencia que se me antojaba dolorosa por más que tratase de animar mi corazón. Esos  viajes al pasado, cuando ya  no existe gozo alguno ni aún con la misión del deber familiar por medio, se vuelven tediosos en el espacio-tiempo de la  vida , máxime cuando esta es tan larga que termina por convertirse en una amiga  farragosa y cansina. Vivir mucho tiene sus tributos. Sobrevivir es otra cuestión.

El Intercity llevaba retraso pero ese día ya no importaba. Nada ni nadie que no pudiese esperar me aguardaba en la ciudad. Así que ni tuve que echar mano de la paciencia tántrica sugerida por los santones orientales, taoístas o sacerdotes Zen. Iba a la morada de los recuerdos todavía vivos y salvos (aunque no exactamente sanos).

A mi me hieren las añoranzas a las primeras de cambio, nada más salir a fumar a la trasera de la estación cuando llego ávido de nicotina. El barrio que desde allí contemplo, desfigurado hoy,  me llama la atención con vehemencia por el simple hecho de mirarlo. ¿Qué miras, desvergonzado? Márchate inmediatamente, esto es propiedad privada y no nos gustan los fisgones.  Aunque lo observo sin malicia, sin rabia, sin resquemor alguno, me echa a cajas destempladas, De nada vale que hace cincuenta años anduviese por sus calles con mi guitarra a cuestas tarareando canciones de amor y juventud. Parece que perdí la ciudadanía para siempre. Lo que sigue después en el trayecto de metro y autobús es más de lo mismo. No pertenezco a ninguna parte de estos confines, por más que mis súplicas  sinceras clamen sin cesar ante la puerta del tiempo.  

Aquí no tienes nada que hacer, vete de una vez; no queda ninguno de aquellos ni aquellas; ni siquiera los nombres de las calles y plazas son los mismos; esto es otro mundo; tu  época se fue para no volver. Y tan enérgicas son las órdenes que al final me rebelo y planto cara...¡será posible tamaña desfachatez! Pero de nada sirve. ¿Quo vadis? A mi casa, a mi barrio, a mis orígenes, y nadie me lo va a impedir. ¿Cómo que no? Espera y verás.

Lo que veo, cuando llego, es el declive, la fragilidad, la penumbra y la quietud aposentada más lancinante. La calle está silenciosa, casi desierta. Las puertas y ventanas entornadas, La luz exterior, tamizada por unos feos árboles (que antes no estaban), tiñe de sepia las paredes y los cuadros que en ella cuelgan. Ningún sonido, salvo el de la televisión(con obscenidad y alevosía). Se cierne la noche como una ola gigantesca de soledad. No salen los nombres de las personas evocadas en la conversación, mandoble feroz al rostro de la memoria. Te cuentan la misma historia de hace pocas semanas, porque ya no hay días ni semanas en el calendario para ellos, y escuchas triste la repetición como una primicia.  Voy a comprar pan.

¿Me da una barra? Sorry, I speak only english. El hombre del badulaque es oriental, me parece que pakistaní. O.K. I like bread, this one. Y le señalo una barra. How much? Eighty. El resto de locales, de las antiguas tiendas, están cerrados. Ya hace años que echaron la persiana para siempre. Pero ellos y yo seguimos aquí. Es toda una incongruencia. ¿Seguro?

Al volver miro la imponente fachada de mi antiguo colegio, Allí sigue, impertérrito. Menos mal. Le dedico una mirada tierna y empiezo a escuchar las voces de los escolares en el recreo, los balonazos y los goles celebrados. Si, aún están, conmigo siempre estarán. Subo a casa y dejo el pan en la cocina Bread.  En el salón ellos siguen sentados viendo la televisión y son reales, viven. Es una suerte, una gran suerte tenerlos.

Acedía impertinente: tengo grandes razones para estar aquí. Te has equivocado. No me voy ni me iré.

Cuando regreso. al día siguiente, a la estación vuelvo a fumarme otro cigarrillo en la trasera. No escucho ninguna advertencia, algo es algo. Observo los rótulos de las oficinas colindantes. Consulting. Meet Point. Business Center, Management entreprise.   Fast food.

Apago la colilla y exclamo a media voz: Gilipolling.

viernes, 9 de noviembre de 2018

Estación de Ripoll






Mi dibujo no es perfecto, ni mucho menos . Los que solo somos diletantes de las artes tenemos en común esos errores que siempre acaban por expresar una tendencia infantil que luego no se ha corregido con un entrenamiento pictórico adecuado. Nos hemos quedado, más o menos, ahí, en la niñez. Lo aprecio cada vez que voy a una exposición de artistas desconocidos actuales, o no tan actuales, pero no consagrados. El arte exige demasiado para ser estéticamente bello y son pocos los  capaces de someterse al implacable mandato de su disciplina. Al margen, este dibujo si refleja una época que ha quedado para siempre en mi memoria con tanta nostalgia como advocación. Esa estación fue para mí, por las ocasiones en que estuve en ella, el Finisterre  de España. Los cielos encapotados del Ripollés (de un gris tan vernáculo), la cercanía de la frontera francesa, los trenes eléctricos circulando entre la humedad y los valles angostos significaban el punto final  de una tierra soleada en inmensas llanuras que hablaba y sentía de otra forma. La barrera y la guardia civil sellaban la terra incognita que yo intuía y anhelaba detrás de los Pirineos sin solución de continuidad con ese misterioso aire ferroviario: la Francia prohibida por entonces. Se me antojaba, siendo niño, un lugar que exaltaba y prolongaba todavía más esa placentera tristeza de lluvia y tonos grises. Creo que fue el mismo Picasso quien dijo que "adoraba la tristeza porque era español".

La RENFE es toda institución pero llena de toscos empleados, aún ahora. No importaba esa geografía humana de revisores amargados, despachadores imbéciles, y maquinistas alcohólicos, importaba el escenario, el portento majestuoso de aquellas locomotoras suizas o francesas que arrastraban el rosario de vagones vetustos, los convoyes de una miseria patente entre los viajeros. Y viajeros éramos todos, Lo excelso era el ambiente, desaparecido para siempre, crucial y extremo, porque había que subirse a un tren tiritando de frío para llegar a casa, vender en un mercado, o  visitar a unos familiares. Ese tren que partía de Barcelona con dirección a Puigcerdà anunciaba en los paneles del andén: "Dos primeros coches a San Juan de Asas". ¿De Asas?. Si. La economía de medios de aquellos tiempos   llegaba a la rotulación: Asas significaba Abadesas. En Ripoll se bifurcaba la línea, en mi dibujo lo sigue haciendo y en mi memoria también. El  ramal terminaba en Sant Joan de les Abadeses, en un umbrío valle bajo la imponente mole granítica de los montes., fin de trayecto hacia el Mundo.

No fue un tiempo gozoso, por más que la infancia segregue incesantes endorfinas, ni siquiera cómodo, sino todo lo contrario, pero... sueño con ese pasado y lo dibujo.
¿Porqué?

viernes, 19 de octubre de 2018

Antiguos alumnos




Hoy he tenido una interesante  (y esotérica) conversación con  un antiguo compañero del Instituto. No sé si me habría gustado tener un vis a vis real con él en uno de esos bares castellanoparlantes de Barcelona (casi todos) porque  el tempo actual y nuestras circunstancias se comportan como imanes a polos idénticos. Este chico, cuyo hermano ha proclamado recientemente una soflama sobre muertos para lograr la independencia  exprés de Catalunya, ya era un enconado catalanista  en aquellos tiempos lejanos de 1968 y ha aparecido en mi memoria como quien se lo topa de cara en el Paseo de Gracia después de cuarenta años.

-Joan Ramon, son molt desencertades les declaracions del teu germà. Et dones compte?

- Qué vols que et digui, es la acció política, l’avinentesa d'afegir la peça que cal en cada moment d’aquest procés.

- Tú també ho creus així?

- No importa el que jo cregui, el que importa es tirar endavant  l’alliberament de Catalunya.



En el aula de Sexto de Bachillerato, todos, incluyendo a los profesores más adictos al Régimen, teníamos respeto a sus ideas ultranacionalistas. Por entonces él no hablaba de independencia, era una palabra que ni existía en el diccionario de la vida cotidiana, hablaba (en catalán) de libertad y en contra del franquismo. En eso coincidíamos. La causa era común, en mayor o menor medida, y los acusados tintes vernáculos del muchacho eran aceptados con toda naturalidad.



            -Eras un bon alumne, llest, estudiós, pero capficat en el teu catalanisme amb la disfressa de la lluita política en contra de la dictadura. La teva familia et determinaba moltíssim, ho compreng. Malgrat tot, jo et veía una mica desequilibrat, hiperbólic, aillat de l’ambient jove del nostre curs.



            -Tenía una tasca mes important que la vostre. Un activista com jo, com tots els veritables activistas, es deu a la causa. Només coincidiam en la inefable obligació d’aprovar amb la millor nota posible, de preparar-nos per assolir un nivell profesional i potenciar la lluita amb mes recursos per aconseguir els objectius. Un activista te l’obligació d’allunyarse de tot el que destorbi l’ideari. Ni festes ni plaers comuns, ni collonades. Els diumentges eran díes d’intensa activitat política per mí mentre vosaltres ballàveu amb la música del grup d’en Verdejo al gimnás i assetjàveu nenes maques.



No sé qué fue de Verdejo, un auténtico rockero que desapareció de clase sin dejar rastro. Decían que se dedicó por entero a la guitarra eléctrica, pero nunca supe más de él. Supongo que acabó en alguna oficina de administrativo y un día guardó la Fender en su funda para siempre.



            -El que está passant es greu, pero no es massa greu. No hi estás d’acord?

            - Guanyarem.

            -Qui?

            -Nosaltres, els auténtics catalans. El procés ja ha crescut prou per donar redits, es imparable. Domini asegurat.

            -I l’indepèndencia?

            -Aixó es tan sols un concepte ideologic. No cal arrivar-hi. L’objectiu es catalanitzar al máxim. Erradicar costums i habits espanyols. Netejar cualsevol relèvancia vinguda de fora, pulir la llengua i fer-la única. Gestionar, en exclusiu, els diners. Anomenar gent de confiança no només als cárrecs ans a la totalitat de treballadors i treballadores de l’Administració, negociar estrictament amb els empresaris adictes al Catalanisme. També impossar una cultura cent per cent catalana. Un cop aconseguit aquest estatus prendrem possesió per sempre de la nostre terra, “de facto”. No volem res que no sigui catalá. I aixó es tot.

            -Será posible?

            -No ho dubtis.

            -Sense morts?

            -Ningú vol morir actualment. Aixó está descartat. Ningú vol morirse mai, ja ho saps.

            -Escolta…tot el que dius hem recorda al Carlisme del segle XIX. Es quasi identic, només us falta Deu, encara que teniu de la vostre part als capellans. Recordes com va acabar tot alló? Amb bombes sobre Barcelona i una derrota militar esgarrifosa.

            -Sí, pero l’Estat espanyol avui no té Esparteros ni Prims. La gent, fora de Catalunya, ja no tan sols es gandula i borratxa… es abúlica. Viu ensopida en una societat subsidiada. Catalunya es productiva i innovadora, convençuda d’un sol ideal que dinamitza com la cocaína. Es el fruit de la nostre lluita, Tots els ingredients están cuinats. Ja es pot parar taula.



Recuerdo una foto de Joan Ramón sentado en primera fila en un acto catalanista celebrado en la abadía de Montserrat. Se le ve muy joven, casi cuarenta años atrás, atento a la ponencia.  Cierto, han cocinado a fuego lento este proceso y está casi a punto. El horno despide un aroma magnífico y queda poco para poder servir el festín.



            -Som un gran poble, de  gent espabilada. Com tu esmentabes, despres de 1714 varem reixir, despres de les guerres carlistes també, amb Franco les forçes vives del catalanisme es varen forrar amb les seves industries. Aquest es el plá estrategic: aprofitar la feblessa espanyola, una i altre vegade, sempre. No et dones compte?



            - I si cambiés la ratxa, si Espanya accelerés i es convertís en un país modern i eficient?

            - Aixó es imposible. L’alternativa a una vella monarquía, avui, es una república comunista. Encara pitjor.



Como gurú no sé si tiene cualidades, pero maneja bien ciertos conceptos de lógica filosófica, claro que eso en el mundo actual no es ninguna garantía de acierto. Resulta que después de este rato no me ha convencido su discurso pero reconozco que lo tiene muy elaborado. Lo malo es que cuando alguien consigue ser algo diferenciado en la vida tiene dos caminos siempre: compartir su éxito o quedárselo para si mismo. Joan Ramón y los independentistas han sucumbido a lo segundo. Lo malo, también, es que cuando los demás observan el éxito de alguien también tienen dos caminos: quedarse quietos a la sombra o ponerse a trabajar para superarlo.



            - Que tinguis un bon día Joan Ramón. Seguim com companys de clase. Per cert, no et dius Companys de segon  cognom? No serás parent d’en LLuis Companys?

- No

-Ets supersticiós?

lunes, 25 de junio de 2018

La noche de San Juan




Salí de casa ya entrada la noche de San Juan con el propósito de aspirar su esencia mágica y de paso...recordar. Los estruendos de los petardos, cercanos y lejanos, eran incesantes mientras en  el cielo de la ciudad los fuegos de artificio explotaban sin tregua, bella imagen aderezada con la prodigalidad de tanta pólvora. Recorrí calles abajo mi barrio  hasta llegar a Gracia, la Meca de las verbenas, y comprobé la inmortalidad de la Fiesta. Allí se mantenía el fuego de una tradición en todo su esplendor con su paisaje humano intacto. Me regocijé. Llegado a ese punto un torbellino de recuerdos apareció como un fantasma y se unió al bullicio y a las gentes que bebían y bailaban por las plazas y calles.

Allí estaba mi primera novia, Pilar, la entrañable morena de melena azabache y anchas caderas, Elías el taciturno de barba cerrada que organizaba guateques en domingos y fiestas de guardar, Pedro el instruido de porte inglés y dicción perfecta en castellano, Miguel el ser más educado de este mundo, los rockeros del grupo "Et Vinces"  (nombre genial para aquellos tiempos) colegas del barrio y currantes que ensayaban los domingos por la mañana, Cristina la chica buena pero fea que un día se marchó a vivir a Madrid para siempre,  Juan Jérónimo el apóstol  extraviado veinte siglos después, y Federico y una pléyade de caras perdidas para siempre (algunas pobladas de acné). Todos andaban conmigo por esas calles de fábricas textiles, talleres y tiendas de comestibles, cincuenta años después. No me asusté para nada. Ellos, y yo, habíamos vuelto retrocediendo la física cuántica al emporio del verano en la noche de San Juan.  Íbamos de verbena, de nuevo y juntos, como si el tempo cíclico pasara como un cometa orbitando el cielo iluminado por la pirotecnia. He de confesar que sentí una gran emoción porque les tuve a todos otro veintitrés de junio.

Terminé sentado en un velador de la Plaza del Sol mientras el DJ ponía el frenético "Black is black".  Al fin había podido regresar a la gloria del ayer y mezclarme con la alquimia mágica de esa noche aunque  lo hiciera como un fantasma invisible. Y qué más da.

Albergo la esperanza de que todos los pensamientos amables de los vivos no sean destruidos por la bioquímica enzimática del cerebro sino que pasen, en formato aún desconocido, a algún lugar (también aún desconocido) donde se guarden (y evolucionen) para siempre. Sería una lástima y una estulticia imperdonable de la Naturaleza que se borrasen. Amén.

lunes, 4 de junio de 2018

La Flecha Amarilla




Acabo de regresar del Camino de Santiago. Otro de esos tramos que hago periódicamente, tal vez el último, este que he concluido en Astorga, porque hace veinte y tantos años (y por dos veces)  ya lo recorrí de Astorga a Santiago. Ahí queda eso. Esta vez lo he hecho en solitario, como solitario se siente uno a medida que avanza la vida, e intuyo que no es por casualidad sino por una extraña percepción interior que impone sus designios sin pedirte opinión. Lo más relevante, ahora, no han sido las experiencias ni los seres del Camino, ni siquiera la evocación mística de lugares ni de los mismos cielos portentosos en esos páramos inmensos, sino la interpretación, a través del prosaicismo de andar y andar y de sufrir los dolores de los pies y de la espalda, de cada momento y cada lugar en clave vital, tanto personal como general.  Y me he puesto a descifrarlo en la medida de lo posible.

Cerca del fin de etapa, en una majada boscosa, vi la enésima flecha amarilla que indicaba la dirección a seguir. Detuve la marcha, le hice una foto y me senté a contemplar su significado. Por donde señalaba continuaba el Camino, era obvio. Dirigía al peregrino en la dirección correcta, hacia Santiago de Compostela o , cuando menos, en el rumbo certero. Y súbitamente apareció en mi cabeza otro icono: el lazo amarillo, el símbolo del independentismo catalán. Los lazos siempre acaban por oprimir, me dije, no son un gran acierto semiótico. Los lazos llegan a asfixiar si se aprietan demasiado. Los lazos subyugan, atan. capturan, inmovilizan. Encendí un pitillo y con la primera voluta que exhalé concluí que...hasta en eso se han equivocado en el afán de dar una imagen benigna de su "proceso". ¿Un lazo para pedir libertad? ¡Qué fallo simbólico más clamoroso!

Y entonces reanudé la marcha.

Señor Joaquim Torra, le sugiero que haga el Camino de Santiago con intención terapéutica curativa. Por esos senderos, veredas, arcenes de carreteras, calles, plazas, pistas y puentes, camina mucha gente de distintas nacionalidades, confesiones, intenciones, sentimientos y categorías, pero todos somos y nos sentimos iguales. Nos ayudamos, hablamos, reímos, sufrimos, gozamos. En ese peregrinar no hay más víboras que las zoológicas, a las que respetamos. Por esas tierras hay inmensidades solitarias yermas o cultivadas que permiten el paso de todos y cada uno de los peregrinos, libremente, sin barreras. En el Camino se hablan todos los idiomas, tantos como tengan  quienes lo andan, incluido el catalán. Nadie sabe quien es quien cuando comparte el pan o el vino, nadie tiene más que nadie, nadie pide tratos de favor por su origen o su condición.  Los lugareños no nos parecen monstruos informes  ni bestias carroñeras, nos acogen y nos dan lo que hay. Si alguien duda se le anima. Al pasar se pronuncian siempre las mismas palabras: "buen Camino".  No es cortesía, es amor al prójimo, a ese prójimo desprovisto de galones enfundado en sus botas y en su pesada mochila que se refleja en cada uno de nosotros mismos. Iguales. Entérese señor Torra: iguales.


Se lo recomiendo encarecidamente, de nuevo, haga el Camino, aunque no pase por Catalunya. Tal vez así se lavará, bajo la lluvia y el viento de Navarra, La Rioja, Castilla y León, ,y Galicia, de las deyecciones inoportunas que han manchado su cabeza.

jueves, 17 de mayo de 2018

Hoy era el día







Hoy era la fecha en la que yo quería jubilarme, pero resultó ser un año antes y el tiempo ha llegado hasta aquí, al día de hoy.  Dicen que el hombre propone y Dios dispone, y algo de cierto habrá en ello, al menos metafóricamente, porque no era capricho mi aspiración a seguir en mi trabajo sino un designio interno que contenía además de razones personales algunos proyectos coyunturales bien definidos en el ámbito profesional. Pero la historia no fue así, y todo ello quedará como una ucronía más en la vida. Ahora, con la ingrávida perspectiva que da el pasado, puedo empezar (y terminar) de hacer balance de estos cuarenta años como cirujano.

Yo me hice médico por alguna misteriosa y profunda razón que todavía no me explico. Cierto era que por entonces un halo casi sobrenatural revestía a nuestra profesión y que su trascendencia social era muy palpable. No obstante, ingresé en la carrera cuando el estatus económico del gremio empezaba a declinar aunque ese aspecto nunca fuera mi prioridad ni mi objetivo vital  He recogido, biográficamente, la trayectoria de mis estudios y de mi etapa de especialización en Cirugía en una novela que probablemente nunca publicaré y en la que me reafirmo en unos principios bastante acusados de entrega al servicio público y de crítica a la rentabilidad comercial de la medicina privada sin que ello suponga un enfrentamiento radical a la misma, solo que, yo, no nací para poner precio a mis actividades. Nunca he considerado este posicionamiento como  fruto de adscripciones políticas ni ideológicas, ni siquiera religiosas, sino desde una concepción gratificante del ejercicio profesional hasta los umbrales del gozo, tal vez como buen hedonista nacido en mayo.

A lo largo del tiempo he vivido la excelencia de los avances científicos y técnicos, ese brazo armado de la Medicina tan poderoso, pero al mismo tiempo he sufrido (en propias carnes) el hostigamiento creciente de la política y de la invasión burocrática hasta extremos asfixiantes. Sin duda es una lacra difícil de combatir, toda vez que la salud de las personas ha sido capitalizada por los poderes  y se ha convertido en moneda de cambio electoral sin más objetivo que los intereses individuales y personalistas de las castas mandatarias, un claro ejemplo de como se puede subvertir una razón social  universal en un negocio particular y fraudulento. No hay excepciones en ninguna de las formaciones políticas que han detentado el poder a lo largo de mi vida profesional aunque es probable que la Corporación Médica, como Ente, hubiese actuado de forma similar de haber retenido íntegramente el control global de la Sanidad. Parodiando el tema pienso que ha sido una lucha entre piratas o entre cárteles con un claro vencedor, y no me retracto de mis palabras ya que ambos engendros son equiparables en su miseria moral y en sus abyectas intenciones.

De la convivencia humana en mi trabajo, experimentada durante todos estos años, puedo resumir que no es exactamente igual que la vida misma. Aunque hay buenos, regulares , y malos, he conocido innumerables categorías de compañeros en todos los estamentos. En la cara amable del sistema ha predominado la sociabilidad, la inmediatez, el trato llano y directo, y unos pocos (muy pocos) han sido los verdaderamente comprometidos con la misión, mientras que  la cara oculta ha estado poblada de indolentes  y haraganes así como por algunos francamente peligrosos. Las Instituciones Públicas que manejan material (humano) sensible, concretamente vidas, no deberían aceptar una estructura tan irregular de cualificación profesional, moral, y laboral, pero sus procedimientos de selección de personal son atávicos y todavía llenos de prevaricación administrativa. Aunque siempre me quedaré con el recuerdo entrañable de cuantos han derrochado su categoría y buen hacer debo reconocer que han sido demasiados los sinsabores y decepciones con muchos en cualquier momento.

Por último quiero incidir en un aspecto demográfico observado que contiene potenciales amenazas ya en el presente y para el futuro. Se trata de la distribución de profesionales en los distintos niveles sanitarios. He podido comprobar que la cualificación profesional elevada se asentó hace varias décadas en hospitales periféricos fruto del bloqueo de puestos de trabajo en los grandes hospitales por diversas razones. Ese efecto ha sido muy positivo en comarcas alejadas de las ciudades durante el tiempo que ha durado pero actualmente ha empezado a declinar porque son ahora los grandes Centros quienes retienen e incorporan a los mejores en detrimento del ámbito rural que parece haber perdido su capacidad de atracción y tampoco cuenta con ningún tipo de incentivación.  Con este panorama puede generarse una peligrosa asimetría en términos de asistencia eficaz, pueden multiplicarse los traslados a grandes hospitales hasta colapsarlos, y sobre todo pueden instaurarse dos modelos sanitarios desiguales en función de la geografía humana. Tomen nota de ello los jerarcas.

Si volviera a nacer no se si escogería la misma profesión porque las opciones en la vida, afortunadamente, son tan ricas y diversas que ponen muy difícil la elección del camino a la realización profesional. Por lo pronto no sucumbiré a las nostalgias y esta etapa la doy por cerrada aunque no por olvidada. La existencia de toda persona es un mosaico, un mosaico gaudiniano de muchos colores cuya combinación debe  configurar la perspectiva necesaria  para  expresar el arte, aunque predomine  el blanco.

domingo, 6 de mayo de 2018

Nechaev y las mujeres








Desde hace algún tiempo el populismo está reeditando El Catecismo revolucionario, al menos  en ciertos pasajes y por fortuna no en todos. Su autor, Sergei Nechaev, fue un siniestro personaje de la revolución rusa al que los mismos Marx y Engels tacharon de infame y  el propio Bakunin (fundador del anarquismo) aborreció cuando captó su malvada esencia nihilista. No obstante, su legado panfletario ha resucitado entre aquellos que hoy abrazan enardecidos las tesis mas radicales en la actualidad. No se dan cuenta de que lo único que persiguen sus soflamas es la aniquilación total de la sociedad sin considerar el futuro y sin atisbo alguno de esperanza humana. Una inquietante  propuesta para "cambiar el mundo".

Al hilo de ello me he detenido, leyéndolo, en uno de los puntos textuales menos sangrientos pero más perverso de la obra, el que hace referencia a las mujeres:

21. La sexta, y muy importante, categoría, son las mujeres. Éstas deben ser divididas en tres categorías. Primero, aquellas mujeres "cabeza hueca", inconscientes y desalmadas, que pueden ser utilizadas de la misma manera que los hombres de las tercera y cuarta categorías. La siguiente categoría es la de aquellas mujeres que son apasionadas, devotas y talentosas, pero no son propiamente nuestras, ya que no poseen aún una comprensión cabal, austera y revolucionaria. Ellas deben ser utilizadas como los hombres de la quinta categoría. Finalmente, están aquellas mujeres completamente nuestras, es decir, aquéllas que han aceptado nuestro programa y están totalmente dedicadas a él. Ellas son nuestras camaradas, y deberemos considerarlas como nuestro tesoro más preciado sin cuya ayuda no podemos triunfar. 

Obviamente los años finales del siglo XIX fueron convulsos, que duda cabe, y los primeros del siglo XXI parece que también, salvando las coyunturas. Hay un tufo agrio y desolador en  todos los radicalismos, incluyendo el feminista, e intuyo que algo de estas pestilentes ideas esta germinando en la tierra contaminada que pisamos. La lucha por la igualdad entre hombres y mujeres no admite reservas, es un objetivo inapelable, pero hay que tener mucho cuidado con las categorizaciones femeninas cuando se impulsan desde sectores populistas. Ser mujer es algo tan grande como ser hombre y así debe considerarse en cualquier circunstancia. Lamentablemente los aprendices  y aprendizas de Nechaev no lo entienden de esta forma. Ese texto revolucionario apologiza la destrucción de todo sentimiento y de cualquier valor sensible, en cuyo caso estamos ante una ideología exterminadora que no sostiene más que al objeto de la revolución en  si misma. Para mí, tan delirante finalidad subyace amenazante en las recientes manifestaciones contra la inefable sentencia de "La Manada". ¿Es la víctima una de sus "camaradas", como puntualiza El Catecismo Revolucionario? Me lo pregunto ya que tamaña  reacción feminista en nuestras calles no se ha dado en otros casos con infausto desenlace incluido. Tal vez, esas otras mujeres violadas y asesinadas fueran de cuarta o quinta categoría según el protocolo revolucionario,

Yo creo en los seres humanos, sean del sexo que sean, pero me niego a tomar partido en esas tóxicas manifestaciones que discriminan a las mujeres dentro del propio sexo femenino. Eso lo considero execrable.

martes, 24 de abril de 2018

La novela de Stocker



Con detenimiento he releído Drácula, la mas famosa novela de Bram Stocker, y me ha parecido, de nuevo, interesante a pesar del uso y abuso que se ha hecho de la obra en sus ciento veinte  años de vigencia. Interesante no significa excelsa, porque no lo es literariamente, pero si provista de cualidades y recursos, así como dotada de un ritmo narrativo casi actual , Veamos.

La temática no era nueva en 1897, recordemos el relato Carmilla de Sheridan Le Fanu (también irlandés como Stocker) y que le precedió,  así como el ambiente de fin de siglo cuajado de devociones espiritistas y fantasmagóricas. Aunque Stocker nunca estuvo en Rumania se había documentado lo suficiente o al menos le habían "piado" las particularidades de dicho país, y dentro de una trama que no profundiza en su historia  política ancestral (Vlad III si existió y fue un rey muy cruel) supo encajar las descripciones de los lugares de forma acertada.  No obstante, a mi modo de ver, lo más relevante de la obra no es la dimensión de terror que  contiene sino los elementos conceptuales que incluye en el tiempo en que fue escrita, como algunos aspectos de rabiosa modernidad tecnológica, y oscuras premoniciones. 

Aparece la grabación sonora de notas habladas en el fonógrafo de cilindros de cera que utiliza John Seward, uno de los personajes clave. El grafoton fue introducido por Graham Bell en 1880.

La comunicación entre el grupo que dirige el profesor Van Helsing  es incesante y se hace mediante telegramas,  lo que suponía, por entonces,  algo similar a un correo electrónico en los albores de la era informática.

La dinámica, a veces electrizante, de trabajo en equipo, reuniones, y su coordinación, se incorpora como clave del objetivo,  un modelo superponible a la estructuración  empresarial de la actualidad,,

Los continuos viajes de Van Helsing entre Londres y Amsterdam reflejan el imprescindible papel de la rapidez en las comunicaciones para cualquier organización moderna.

La mecanografía que claramente substituye a los manuscritos se exalta a lo largo de toda la novela, compitiendo claramente con la taquigrafía, cuya primera patente se registró en Nueva York en 1872, y no se comercializó en Europa hasta unos años más tarde.

La psiquiatría científica,  como estudio profundo de la patología mental frente al confinamiento indefinido de  pacientes,  se escenifica en el personaje de  Renfield recluido en el hospital y bajo  el control médico de Seward. Freud había nacido en 1856 y en el año de la publicación de Drácula  tenía tan solo 21 años.. 

El tratamiento con hidrato de cloral, un  fármaco sedante y somnífero descubierto y puesto en circulación en  la década 1870,  estaba al alcance de muy pocos pacientes..

El empleo de linternas eléctricas a pilas durante la navegación en lancha de vapor por los ríos rumanos, inventadas en la misma década en la que Stocker escribió la novela.

Las armas modernas, semiautomáticas, utilizadas en el apresamiento de la caravana de gitanos que transporta  al Conde hacia su morada, como el Winchester 1894, que data de ese año.

Evidentemente Stocker no reparó en diseñar una novela novedosa pero, sobre todo agregó el concepto de contaminación por la sangre de una lacra, en este caso la trasformación de los seres humanos en vampiro, que  supone una extraña premonición, tal vez, de la pandemia del SIDA. Esclavizadas las víctimas para siempre, estas replican y transmiten  la condición de lo infernal, por inoculación. Si bien no existe en toda la novela una escena erótica implícita (el mundo de la época victoriana no lo permitía) si pueden inferirse sin rebuscamiento momentos cifrados de sexualidad y hasta de pornografía, como el ataque del Conde a Mina Harker a quien obliga a lamer la sangre de su pecho después de haber mordido su cuello, o en la escena del castillo en la que Jonathan Harker es acosado por tres vampiras voluptuosas.

Para concluir, Drácula  es una novela clásica que va más allá de lo que realmente pretendió Stocker y que contiene, misteriosamente, aspectos malignos encriptados como profecías.

sábado, 31 de marzo de 2018

Vestigios del Agua






Parajes como éste solo pueden describirse con la poesía



Muda la vaguada expira
en el gris de los fantasmas,
ellos, los que se han quedado
redivivos entre errantes.

No hay más eco que el silencio
en el trasiego del tiempo.
No hay más susurro en el aire
que el del llanto en el pasado.

Lenguas ávidas de vida,
de oraciones a los dioses,
a la lentitud pagana,
de los labradores nuevos.

A estas tierras alejadas
llegaron los argonautas,
los que nunca regresaron
al vino de sus tabernas.

Hay un aliento de niebla
en la vaguada desierta,
y una fuente embalsamada
que fluye lágrimas viejas.



lunes, 26 de marzo de 2018

Marvila

Todo se acabó en Marvila, aquel martes lisboeta pasado por agua y por sol como un presagio exacto y fácil de interpretar. El tren me dejó lejos, en un arrabal absurdo desde el que se contemplaba el Tajo inmenso, y tuve que descender, volver en la dirección opuesta para dar con el barrio. Solitarias calles sin vida, viejos caserones entre ruines huertos urbanos, hasta llegar al Braço de Prata, convertido en un inerme edificio trasnochado, ajado, y abanderado por la estulticia municipal. A unas pocas manzanas, el restaurante que un periódico amarillista había recomendado (recientemente) como un hallazgo de oro en paño para el paladar y el bolsillo estaba cerrado, o abandonado, o al menos la pátina polvorienta de sus cristaleras y el  mate reseco de su carta, expuesta a la entrada, así lo atestiguaban. Unos pasos más allá encontré el lugar al que me dirigía expresamente: el comercio de Abel Pereira Da Fonseca. Allí estaba, con toda su prestancia decimonónica, exhibiendo la pretérita grandeza vinícola. Fue un instante conmovedor, un regreso sereno a otros tiempos. En su "Amazem" las puertas estaban abiertas y de la penumbra surgió un menudo tabernero. Comprobé que, a esas horas de la mañana, no había cliente alguno en las mesas ni en la barra. Envuelto en los ecos silenciosos del bar pedí un café, pero el buen hombre me dijo que no era posible porque no había corriente y la máquina no funcionaba. Gustosamente me indicó la esquina donde si había uno de esos impersonales locales de consabidos desayunos, tan deleznable como vulgar. Y entonces decidí marcharme.

Mientras aguardaba un tranvía que nunca llegó, y cuya parada abandoné a los diez minutos, me quedé contemplando esa geometría circular tan poética que imponía el viejo edificio. Traté de imaginar aquellos cónclaves de fuerzas vivas portuguesas en ese lugar iniciático, aquellos años de claveles y literatura libertaria, pero mi interior no captó nada. Todo se lo habían llevado las tormentas fluviales y - ¡quién sabe!- si los mismos prohombres que cosecharon de esa clandestinidad una nueva vida mucho mejor remunerada. Al final Marvila me dejó como al último romántico extraviado en sus calles. Salí a la calzada urbana que discurre paralela a las riberas del estuario y esperé, con una dolorosa desazón de fracaso, que un determinado autobús me devolviese a la bulliciosa Baixa plagada de mercachifles turísticos.

Ese martes de febrero yo no sabia que aquel recorrido fallido por Marvila era síntesis y premonición de mis circunstancias. Ahora, instalado en el tedio del limbo vital, ahora cuando ya las advertencias se han consumado no puedo ni complacerme en su genuino esoterismo, ni por pasar al catálogo registrado de vidas anodinas

jueves, 8 de marzo de 2018

Drácula: más que Stoker y más que una novela



Al terminar de leer una prolija biografía de Bram Stoker llego a la conclusión de que, aparte del género literario en el que se clasifica, Drácula no es más que la continuación de Frankenstein y que ambas novelas corresponden a un pálpito premonitorio del futuro  en lugar de a escalofriantes relatos de terror. Mary Shelley murió cuatro años después del nacimiento de Stoker, es decir que no se conocieron nunca, lo cual no invalida su conexión conceptual con el Romanticismo más profundo, y aunque sus vidas fueron bien distintas compartieron la visionaria idea de un mundo en el que las transformaciones, en todos los órdenes -y hasta lo impensable-, habían recibido el pistoletazo de salida. Siglo XIX, el siglo que lo rompía todo para permitir que los fragmentos de su fractura se combinaran  en infinitas probabilidades, como más tarde Kurt Goedel puso en clave matemática con sus celebres teoremas de la incompletitud ( si un sistema es coherente no puede ser completo). En ese trasiego misterioso del pensamiento a la idea y de la idea a su demostración, y de su demostración a la aplicación, y de la aplicación a la interacción real en lo físico psíquico y social, discurre la nueva Era por una vereda nunca sospechada en tiempos pasados, dentro de los cuales el determinismo lógico y los axiomas teológicos cerraban a cal y canto cualquier alternativa diferente. A Stoker le tocó dar la última pincelada con sus redivivos ambientados en Transilvania, donde por cierto nunca estuvo.

Entre los dublineses egregios han habido grandes literatos, curiosamente,  como Bernard Shaw, Oscar Wilde, Sheridan le Fanu, y el propio Stoker, aunque este nunca alcanzara la maestría  de los demás. Todos ellos fueron contemporáneos y llevaron vidas radicalmente distintas en sus glorias y en sus avatares. A Stoker le tocó servir a un grande de la escena, Henry Irwing, y se ganó la vida  como secretario y "chico para todo" del divo teatral.  A priori no resultaba probable que alguien esclavizado por el ingente trabajo de una gran compañía en continuas giras por Inglaterra y Estados Unidos tuviera visos de escribir una novela tan extraña, tan exitosa, y sobre todo tan visionaria. Pero así fue. El resto de sus obras no alcanzaron la fama y tampoco su ambiente laboral y social en Londres. pudo suponer un claro acicate para crear una obra tan exclusiva como Drácula, sin embargo, algo que no recogen sus numerosas biografías, incluso las más documentadas, le trajo la inspiración. Parece que el éxito editorial radicó en incluir aspectos de modernidad científica a los horrores sobrenaturales del vampiro en el texto, pero aún con todo falta una pieza clave que explique  la intuición de Stoker en un fluido (la sangre en la novela) que  garantice una existencia eterna.. ¿Quién le susurró la idea, aun con toda la parafernalia gótica del momento, de cobrar vida absorbiéndola de otros seres por los siglos de los siglos?

Por el momento he empezado a releer la novela, con gran detenimiento.

viernes, 16 de febrero de 2018

Oxfam et alteri





La parábola del buen samaritano es, sin duda, políticamente correcta pero ahora lo correcto, en política, y las parábolas, en religión, ya no existen. Por eso a mí no me ha extrañado la noticia de abusos sexuales por parte de algunos miembros de Oxfam e intuyo que tan solo es la punta de un  oscuro iceberg en el que se agrupan TODAS las  organizaciones no gubernamentales así como las gubernamentales. Ya es bien sabido que el asunto de la jodienda no tiene enmienda.

Aunque a titulo personal colaboro con una asociación benéfica ( y no lo digo en plan fariseo) se trata de una lejana adscripción  que hace años contraje, cuando aún veía las cosas bajo un prisma coloreado. Ahora ya no doy nada a esas entidades ni a los mendigos de la calle. ¿Me habré vuelto malo y egoísta?. Es posible, pero razonadamente. Ahora pienso que la caridad es cosa de cercanía, de inmediatez, y por supuesto no expresaré en este post si la practico o no. Ahora pienso que los sentimientos son patrimonio exclusivo de la privacidad personal. También pienso que lo espiritual, e incluso la religión, son cosas absolutamente íntimas .y no me acerco a los ritos colectivos. He dejado de hacerlo por una convicción: las creencias son lo único que hoy en día aún están a salvo del cibercontrol y de la geolocalización, es decir que ya es lo último que nos queda en el pleno dominio de nuestra intimidad. Existió una frase, una recomendación muy sabia y muy antigua, que decía "que tu mano derecha no sepa lo que da tu mano izquierda" , Gran gran verdad perdurable por los siglos de los siglos, amén.

Cuando la miseria, la tragedia, el hambre, se convierten en negocio (siempre) la dignidad desaparece por completo. Allí donde sobreviene el horror social se inician pingües oportunidades de todo orden, Un economista alemán experto en temas africanos, creo que se llamaba Brytner o algo así, dijo que "la limosna de occidente va a parar a los bolsillos de los poderosos africanos". Muy lapidario, pero muy cierto, porque las pompas de las ONG cautivan a las almas sensibles pero naufragan en la tempestad de la codicia propia y ajena. Demasiados fraudes en sus cuentas. demasiadas connivencias políticas, demasiadas oportunidades para aventureros en busca de fortuna, demasiado efecto mediático manipulador. La caridad no es eso, ni por asomo.

Hay algo que si puede hacerse sin suscripciones ni reparos ni incertidumbres: ayudar y colaborar en nuestra vida diaria con  las necesidades del prójimo, nuestro prójimo cercano. Creo que, en esa nocturnidad (sin alevosía) puede generarse una ayuda eficaz y eficiente, sin luces ni cámaras, sin redes mediáticas. Hay tanto por hacer en proximidad que no cabe pensar más allá. Tal vez cuando nuestra actitud individual mejorase significativamente descubriríamos que "milagrosamente"empieza a mejorar la situación en el tercer Mundo.

jueves, 11 de enero de 2018

María Luisa



Cuan insólitos fueron aquellos años cincuenta que, aún lastrados por justezas y restricciones, recibieron el soplo genuino del surrealismo. De aquel tiempo, en mi vida, me quedo con la figura de mi tía María Luisa que ayer falleció a los ochenta y ocho años y quien, aunque alejada de las prominencias estéticas del existencialismo, de las literaturas, y del arte rupturista de dicha corriente cultural, me transmitió su  espíritu esencial Sin duda las filosofías y pensamientos emergentes, en cada momento, siempre acaban por impregnar el sentir y el hacer humano por más que estos se encuentren herméticamente cerrados o secuestrados.  Así puedo corroborarlo por mis vivencias con ella.

Allí donde imperaba una rigidez omnímoda ella ponía  sonrisas e indulgencias. Donde escaseaba lo delicioso ella endulzaba la mesa. Donde imperaba el aburrimiento ella sabía divertirnos. Donde había lágrimas traía el consuelo. Donde volaban inalcanzables las ilusiones ella volvía con el regalo. Donde se sentenciaban prohibiciones ella recurría y ganaba el caso. Ella nunca me dijo no. Y si esto no es surrealismo en estado puro...

No fue mi segunda madre, fue un aliado que, tal vez inmerecidamente, me otorgó la vida para alcanzar felicidad. Ahora pienso, muy convencido, que el azar existe y que María Luisa encarnaba la buena estrella. Mujer resuelta, devota de la actividad, trabajadora, con un toque irresistible de glamour que la hacía socialmente brillante. A pesar de su infancia difícil, a pesar de ser mujer en aquellos tiempos, a pesar de no ser madre en aquellos mandamientos, se alzó en medio de esa carrera de obstáculos y supo llegar a la meta.

Inteligente, distinguida, emprendedora, elegante, carismática, veraneante de Ibiza, sensible, generosa, pequeña empresaria autónoma, todo eso y mucho más...en aquel tiempo. Pero, ¿qué estoy describiendo?...¿en aquel tiempo?. Una premonición.

Me inclino ante ti,  tía Maria Luisa. Descansa en paz.

lunes, 8 de enero de 2018

Instalado en el Píngrato



-Señora, o Señorita, creo que no me apetece conocer sus encantos a estas alturas de la vida. Guárdelos para mejor pretendiente y para mejor ocasión.

La palpitante, y expansiva, esfera en la que se aloja nuestra vida un día termina por explotar, después de haber incorporado montones de errores y vergüenzas a lo largo del tiempo. Es nuestra biografía irrelevante la  que va cuajando un magma amorfo de circunstancias (yo ni les llamo vivencias), basurillas que predominan ampliamente sobre los aciertos y bondades para saturar ese continente que, de forma individual, nos ha otorgado el caos de la Naturaleza. Estaremos de acuerdo en que la muerte es el mayor de los fracasos, venga como venga. Parece que  surgimos de un proceso  innecesario de existencia, aunque nos hayan  adoctrinado en el sentido contrario, porque hay una duda irresoluble: ¿para qué?

El pequeño Ódena era un párvulo manso y frágil, feúcho, con la nariz siempre llena de mocos, cuya madre gratificaba con golosinas a quienes lo acompañábamos desde el colegio hasta su  casa, apenas a cien metros de distancia. Pero aquella insignificancia de chaval, tan desgarbado y anodino como el que más, era un valor añadido por la recompensa. Fue la primera incongruencia que conocí y probablemente la más auténtica.

Bochornoso es el camino errático de nuestros pasos  y más adecuado habría sido, en todo caso, permanecer siempre en el mismo lugar, como los árboles, sin el suplicio de tener que andar de aquí para allá  con el sino de tropezar y equivocarse  tantas y tantas veces, de descubrir los horrores, de ver lo proceloso que acompaña al movimiento, de sufrir el asalto de los males ligados a estos cambios en el espacio y el tiempo.  La vida,  aun aceptando que se halla encerrada en una esfera imperfecta, no goza de los beneficios físicos de la curvidad, ni siquiera rueda mientras la soportamos.

El aroma de los pinos al atardecer, en verano, embriagaba por aquel entonces mis sentidos. Era la llamada implacable de la noche, la transición hacia el telúrico poder de la atracción femenina. Con la noche llegaban los sueños -y las ensoñaciones- que nunca se cumplían como una menuda puñalada  a los deseos ardientes. Si trastornar la lucidez del día no iba a servir para liberar el instinto en la noche insinuante de placer  cabía sospechar que esa frustración  reiterativa solo podía ser obra de un maligno Caballero  cruel y envuelto en tinieblas: la Razón. En la verbena  deduzco ahora, se bailaba en conmemoración a la Nada. La irresistible locura que anunciaba la resina y aseveraba el perfume de una adolescente  abrazada al compás  de la música encogía mi corazón, soliviantaba mi alma, e insultaba a mi libido.

Tenemos la mala costumbre de creer demasiado en nosotros mismos y bien sería mucho más útil practicar  el agnosticismo personal que nos librase de toda vanidad. Saberse imprescindible (y sobre todo para uno mismo) es lo peor que puede hacerse. Cada acto consciente de nuestra existencia, distinto de la respiración voluntaria, suele convertirse en una estúpida declaración de orgullo que nos lleva a malversar la realidad, ese único valor de curso legal que siempre nos acompaña en cada instante y al que denostamos, omitimos,  o ninguneamos, con el propósito de conjurar el miedo.  No somos nadie. Quede claro de una vez.

Escrito quedó en el Eclesiastés: “Todo tiene su tiempo en la vida y cada cosa su momento bajo el cielo”