martes, 26 de marzo de 2013

Los tres adjetivos de Freud





Hace  algunos años escuché en Radio Nacional la noticia de la celebración del Congreso Internacional de Psiquiatría  en España. El periodista hacía referencia a Sigmund Freud y a sus escasas relaciones con profesionales de nuestro país, hasta el punto de que tan solo dos personajes nacionales se habían entrevistado en persona con el prestigioso psiquiatra. Freud había entrado, ya en vida, en la Historia de la Medicina y en la del mismísimo Siglo XX  por lo que su accesibilidad no era nada fácil. Así las cosas, el eminente doctor recibió exclusivamente en su despacho de  Viena las visitas del profesor Sarró, de la Universidad de Barcelona, y de Salvador Dalí. Curioso, pero lógico, porque el interés de Freud por el surrealismo se sustentaba en las múltiples conexiones de ese movimiento artístico con el  Yo y el Superyo de sus teorías conductuales. Estaba claro que Dalí respondía al  espécimen digno de estudio para él, Pero lo insólito llegó a continuación, cuando el locutor, en una encomiable búsqueda de archivo radiofónico, nos ofreció un fragmento de una entrevista a Dalí en la que el mismo “Divino” relataba ese encuentro con Freud.

“Freud no hacía más que mirar en silencio el dibujo que le había regalado, hasta que me harté y entregándole un manuscrito personal le grité: haga usted el favor de leer este manifiesto porque, por si no lo sabe, yo soy mucho mejor escritor que pintor, Entonces, se me quedó mirando y me dijo: vaya tipo más bravo, paranoico, y español”




            Desternillado de risa y emocionado al mismo tiempo casi tuve que detener el coche al escuchar esta joya de anécdota. La cercanía de un momento estelar, narrada por un personaje irrepetible, me sobrecogió. Pero hay más. Esos tres adjetivos, pronunciados por un sabio de profundos conocimientos, tal vez definían no solo a Salvador Dalí sino a un pueblo, nuestro país, al menos en aquel entonces. Probablemente hoy ya no seamos tan bravos, lo bravo está cuestionado en la aséptica España posmoderna, y en lugar de paranoicos capaces de lo mejor o de lo peor seamos abúlicos expertos en hacer nada, y españoles…pues no lo sé…muchos ya no quieren serlo. Pero si Freud así definía al excéntrico genial hijo de Figueres (Empordá) y afincado en Port Lligat  (Cadaqués), es que lo presentía muy español.

            ¿Y si volviéramos a estos adjetivos?

miércoles, 13 de marzo de 2013

Jorge Mario


           




           A Jorge Mario le espera una tarea impresionante, difícil y compleja. Aunque las profecías son vaticinios que no siempre se cumplen, las de San Malaquías ahí están pronosticando que este es el último Papa, y tratándose de un auspicio medieval produce una enigmática y misteriosa sensación.  ¿Qué va a ocurrir bajo la mitra de Francisco I? Es impredecible, pero sin duda algo se va a mover.

            La historia de la Compañía de Jesús arranca con un militar herido que abandona las armas para convertirse en ermitaño. Parece increíble que un hombre con secuelas de guerra que huye del mundo y se  refugia en una cueva del macizo de Montserrat se convierta en uno de los más influyentes personajes del inicio del Renacimiento. Una epopeya digna de un guión y un film antológicos, sugerencia que le hago a Steven Spielberg. Todo el proceso de los jesuitas descansa bajo el signo de la regeneración, como adalides de la Contrarreforma. Designados para la enseñanza (creo que como encargo peyorativo de aquella Curia en aquel tiempo) y enviados al Nuevo Mundo para evangelizar (otro encargo áspero y difícil). Baño de dureza para modelar una doctrina de rigor intelectual, sutil metamorfosis de la espada hacia la pluma, y hacia la fe.
            He conocido, en mis años escolares, a algunos sacerdotes jesuitas y debo confesar que eran personas inteligentes, directas, y combativas, por lo que guardo un recuerdo más que aceptable de ellos. Ignoro si lo que percibí de su ministerio religioso y formativo de jóvenes todavía persiste en la actual Compañía de Jesús, pero es probable que Jorge Mario intente algo decisivo para salvar la zozobra de la Iglesia. Se precisa abnegación, disciplina, rapidez de movimientos, y puntería para realizar con éxito la misión, y no estoy hablando de una acción bélica sino de algo más crucial. Aunque se parezcan.

                   Por cierto, este Papa no dimitirá.

domingo, 3 de marzo de 2013

Payasos





La política no es cosa distinta de la vida misma. Tenemos, como políticos, lo que somos como sociedad, ya que de ella han surgido aquellos. Italia con dos payasos, de distinta camada, en su arco parlamentario. Será que la bota itálica atraviesa muy malos momentos en su salud mental y se ha abandonado a un chiste fácil para distraer su profunda empanada social que alcanza al microestado vaticano. Digamos que en esa península clásica y otrora gloriosa se han quedado sin fuerzas para acometer acciones restauradoras, o simplemente para plantar cara al desafío cotidiano. Síntoma inequívoco de depresión.

En España, o lo que queda de ella, las cosas no son muy distintas, aunque el elenco circense tenga un perfil más adusto, más tragicómico. Si presenciamos ridículos explicatorios en el Congreso, si los políticos catalanes invocan a santa independencia cual salve marinera, si en Valencia aumenta el tufo de corruptelas, en Andalucía se sigue mirando hacia otra parte mientras se recompensa con dinero público a los mamporreros de los señoritos de la Junta,  si la izquierda institucional se desmorona como un castillo de arena a cada ola mansa que rompe en la playa, si allí donde hayan unos euros frescos y distraídos aparecen manos ávidas para robarlos sin nocturnidad ni alevosía, significa que todos, todos, nos hemos sumido en una obnubilación colectiva.

Llevamos mal camino. O reaccionamos cada uno en su día a día, exigiendo y exigiéndonos lo correcto o esto se nos llena de payasos políticos. Por cierto que ya asoman en el horizonte y están haciendo el pasacalles en los supermercados, las plazas públicas, los aledaños del Congreso, y las Universidades.