martes, 13 de junio de 2017
Apuntes sobre el separatismo
Los estudiantes, desde la más tierna infancia, tomamos apuntes, y seguimos haciéndolo durante toda la vida. Como si fuera un tic. Así fue como en 1958 yo empecé a tomar algunos, y esos primeros - oh casualidades!- fueron sobre el separatismo. Mis padres me matricularon en una escuela (Escuela Laietania) que al parecer gozaba de gran prestigio docente por su innovación metodológica. Pero lo cierto es que entré sabiendo leer y salí, en julio de 1959, siendo un disléxico en toda la regla. Cosas progres de aquel tiempo. Eso sí, llevé a casa innumerables trozos de barro cocido, amasado con los dedos, que no daban ni para cenicero. Pero lo peor no fue ese "año sábatico" sino la convivencia con aquellos cachorros furibundos del catalanismo (ya independentismo entonces) , mis compañeros de clase. Recibí toda clase de vejaciones en el patio, por hablar en castellano, por no pertenecer a los boy-scouts, por no bailar sardanas, por ser del RCD Español, y , así de estigmatizado y con tamaños resultados, mis padres decidieron no volver a matricularme. Sabiamente.
De aquellos polvos son estos lodos. Gentes hieráticas, obcecadas, bien posicionadas socialmente. intransigentes, agresivos, y sobre todo empapados de odio hacia cualquiera que no cumpliese con los requisitos exigidos. Para mí fue un suplicio pero lo peor fue que entonces, en ese colegio, se ensayaba la propuesta secesionista anunciada hoy, el sistema mas execrable de sociedad: el feudalismo. Todos aquellos "encantadores" niños recién comulgados ya se habrán jubilado este año, como yo, no sin haber contribuido a acrecentar el movimiento separatista y muchos participando, aún, del impresentable circo actual. Razonada y razonablemente les digo que no son buena gente: especulan con la xenofobia, y eso....si es muy grave.
Uno nace donde le toca nacer, sin "derecho a decidir". Yo lo hice en el barrio de Can Baró, que por entonces albergaba casas, barracas y torres modernistas, y en el que la convivencia era mucho mejor que la actual. La mezcolanza de orígenes era extraordinaria y enriquecedora Teníamos tenderos de Burgos, árbitros vascos, zapateros gallegos, andaluces por doquier, extremeños de la construcción, y catalanes artistas de teatro, mecánicos de Lérida, sacerdotes de Tarragona, tapiceros de Gerona, todos juntos pero no revueltos. Hermosa hermandad en medio de las justezas de la época, Alli me críe y allí crecí, satisfecho de esa humildad real y patente que me enseñó como es posible hacerse amigo del hijo de un guardia civil y del de un profesor de música catalán y pasar innumerables tardes de verano ramoneando por las calles o en el parque Güell (que por entonces no solo no era de pago sino que era propiedad fáctica de los chavales del barrio).
Y uno, en pleno derecho, piensa y siente como quiere sin perturbar ni excluir a los demás. Seguiré siendo catalán, bajo esas premisas, pero sin pertenecer al clan del odio que aspira a segregar seres humanos y a apropiarse de lo que nos pertenece a todos. Bárbaros feudales. Recuérdenlo.
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