...así que cuando caía la noche lo bajé desde la plaza a la sala hipóstila para mostrarle el dragón que vivía allí desde hacía muchos años. Desafiando la vigilancia de los Mossos d'Escuadra y abriéndome paso entre una nube de japoneses armados con potentes flashes senté a mi nieto sobre el dragón, de igual modo que lo hice yo cincuenta y tantos años atrás, y cabalgando el ocaso de Barcelona se convirtió en un nuevo caballero mágico. La vida continuaba y los sueños se habían renovado.
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