Imagino que al poner pie a
tierra, en la pista del aeropuerto, le invade una profunda emoción. Ha regresado
a su país después varios años de ausencia. Ni el cielo, ni olor del aire, se
parecen en lo más mínimo al de donde, varias horas antes, ha despegado.
Contempla los aledaños con viveza y se percata de que las cosas han cambiado
hasta que un leve escalofrío le recorre las entrañas. Ya en el edificio
terminal, mientras aguarda por el equipaje, rememora su partida hacia España,
vía Bruselas, desde este mismo lugar. De eso hace mucho tiempo, todo el que ha
transcurrido en estudiar su carrera, trabajar, y escribir una tesis. Años de
formación para regresar ahora junto a los suyos e iniciar una nueva etapa. Sabe
que trabajo no le va faltar ni oportunidades para desarrollar su profesión, eso
sí con bastante precariedad de medios,
pero qué más da… ha vuelto a casa.
Entre
la niebla, el ferrocarril se detiene chirriando. Por el andén caminan hinchas
del Bilbao con banderas rojiblancas, txapelas e ikurriñas. Es domingo. Algunos
lo miran con cierta sorpresa. El ya está acostumbrado a despertar esa reacción
en los feudos de Euskalerria. La extrañeza de ser negro en esos pagos. Desciende
a buen paso entre regias casonas hasta
su destino. Al finalizar la ceremonia me lo presentan. Este es Theo. Un tipo
magnífico, de semblante amable, que irradia bondad y humildad. Hablamos de todo
un poco y me cuenta que está preparando la tesis que terminará en Francia. Me
conmueve, hasta el punto de percibir una serena vibración, y presiento que estoy ante un gran
hombre. Sus palabras son justas y simples, acertadas sin esfuerzo. Veo el rostro auténtico de la
sencillez.
En
el Congo sigue la guerra. Se libran combates en el nordeste, escaramuzas e
incursiones sangrientas. Todo sigue ardiendo en la vorágine de la lucha por una
supervivencia asimétrica entre tribus. Hay mucho peligro. Desconcierto. Hambre.
Persecuciones étnicas, religiosas, políticas. El odio es ahí
como una plaga biológica de la que enferma la población. Es el odio de
los ancestros espoleado por las armas automáticas que venden los países
occidentales. El destino de Theo y su puesto de trabajo, después de años de
estudio, se encuentra allí. Se ha preparado muy bien y está deseoso de ponerse manos a la obra. El sueldo
está negociado: no tiene sueldo, ni afiliación a la seguridad social: no
existe. Theo es cura y ha emigrado a su tierra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario