viernes, 11 de enero de 2013

THEO







                

                Imagino que al poner  pie a  tierra, en la pista del aeropuerto, le invade una profunda emoción. Ha regresado a su país después varios años de ausencia. Ni el cielo, ni olor del aire, se parecen en lo más mínimo al de donde, varias horas antes, ha despegado. Contempla los aledaños con viveza y se percata de que las cosas han cambiado hasta que un leve escalofrío le recorre las entrañas. Ya en el edificio terminal, mientras aguarda por el equipaje, rememora su partida hacia España, vía Bruselas, desde este mismo lugar. De eso hace mucho tiempo, todo el que ha transcurrido en estudiar su carrera, trabajar, y escribir una tesis. Años de formación para regresar ahora junto a los suyos e iniciar una nueva etapa. Sabe que trabajo no le va faltar ni oportunidades para desarrollar su profesión, eso sí  con bastante precariedad de medios, pero qué más da… ha vuelto a casa.

               Entre la niebla, el ferrocarril se detiene chirriando. Por el andén caminan hinchas del Bilbao con banderas rojiblancas, txapelas e ikurriñas. Es domingo. Algunos lo miran con cierta sorpresa. El ya está acostumbrado a despertar esa reacción en los feudos de Euskalerria. La extrañeza de ser negro en esos pagos. Desciende a buen paso entre regias casonas  hasta su destino. Al finalizar la ceremonia me lo presentan. Este es Theo. Un tipo magnífico, de semblante amable, que irradia bondad y humildad. Hablamos de todo un poco y me cuenta que está preparando la tesis que terminará en Francia. Me conmueve, hasta el punto de percibir una serena  vibración, y presiento que estoy ante un gran hombre. Sus palabras son justas y simples, acertadas  sin esfuerzo. Veo el rostro auténtico de la sencillez.

               En el Congo sigue la guerra. Se libran combates en el nordeste, escaramuzas e incursiones sangrientas. Todo sigue ardiendo en la vorágine de la lucha por una supervivencia asimétrica entre tribus. Hay mucho peligro. Desconcierto. Hambre. Persecuciones étnicas, religiosas, políticas.  El odio es ahí  como una plaga biológica de la que enferma la población. Es el odio de los ancestros espoleado por las armas automáticas que venden los países occidentales. El destino de Theo y su puesto de trabajo, después de años de estudio, se encuentra allí. Se ha preparado muy bien y está  deseoso de ponerse manos a la obra. El sueldo está negociado: no tiene sueldo, ni afiliación a la seguridad social: no existe. Theo es cura y ha emigrado a su tierra.

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