Ya no me gusta este país. Ni las
nostalgias doradas de otros tiempos mejores, ni los buenos recuerdos salvan la percepción amarga, y algo siniestra, que ahora tengo de
él. Siento una opresión pagana desprovista de argumentos y mensaje ascendiendo por la cuesta del hastío. No me
gusta lo que veo en el horizonte. Serán los momentos actuales, tal vez, o será
una extraña premonición. Oigo voces
destalentadas y opiniones alejadas de cualquier cordura. Hay demasiada mugre y
poca floración en medio de todo, y lo peor no es lo que hay sino la esterilidad
que se ha instalado. Algún día cambiará todo, pero, ¿de qué manera?
Sospecho que es por la incapacidad de todos, por la falta de perspectiva vital, por lo que hemos llegado a este punto. Nunca
hemos estado realmente preparados para cultivar el progreso y la convivencia,
nos hemos quedado en la estela del
desarrollo occidental, allí donde se acumulan los humos de la combustión de los
avances materiales, como seres adaptados a los residuos del proceso
evolutivo de Occidente. Pero no hemos puesto entusiasmo ni esfuerzo por
adelantar el puesto. Malas copias de simulacros civilizados. Pura fachada sin
convicción. Así tenemos el lugar que nos merecemos sin paliativos.
De mis recuerdos puedo contar que
hubo un tiempo remoto, en blanco y negro, en el que existió un atisbo de
superación, pero de eso ya hace muchos años. Ahora nos parecemos, en conjunto a
un muñeco de trapo que no se tiene en pie
y espera un milagro imposible que le
dote de vida y movimiento. Demasiado delirio y poca sensatez. No son tiempos de especulación sino de contrición,
en los que la realidad impone tal respeto que no vale mirar a otra parte o
dejar que pase el tiempo. Pasarán los
días pero no pasará el lastre.
Mi país está sacando lo peor de
cada casa a la calle, clama lo absurdo y se niega a recomponer los restos del
naufragio. Vive aposentado en un solar yermo por donde nunca pasa nadie y
persigue las nubes con la mirada. Mi país no se atreve a reconocer su deficiencia
colectiva, se zafa de cualquier propósito de la enmienda y se llena aspavientos
inútiles.
Mi país es ciego, sordo, y verborreico