...así que cuando caía la noche lo bajé desde la plaza a la sala hipóstila para mostrarle el dragón que vivía allí desde hacía muchos años. Desafiando la vigilancia de los Mossos d'Escuadra y abriéndome paso entre una nube de japoneses armados con potentes flashes senté a mi nieto sobre el dragón, de igual modo que lo hice yo cincuenta y tantos años atrás, y cabalgando el ocaso de Barcelona se convirtió en un nuevo caballero mágico. La vida continuaba y los sueños se habían renovado.
viernes, 28 de diciembre de 2012
viernes, 21 de diciembre de 2012
Generaciones
Hace poco más de un año cayó en mis manos un artículo médico titulado Effect of Generational Composition on the Surgical
Workforce, que traducido significa Efecto de la composición generacional en el
personal quirúrgico, firmado por Kimberly
Vanderveen y Richard J. Bold, dos cirujanos de la Universidad de California
dedicados a la Cirugía oncológica. El texto no hace referencia a aspectos
técnicos ni clínicos de los tumores
malignos, sino que analiza las
diferencias psicológicas y sociológicas de los profesionales quirúrgicos en relación a su edad y por tanto bajo qué
influencias globales, familiares, y de entorno,
se han formado como personas y como médicos. Diferencian
cuatro generaciones: Veteranos
(nacidos entre 1900 y 1945), Generación
del Baby Boom (nacidos
entre 1945 y 1965), la Generación X (nacidos entre 1965 y 1980), y la Generación de fin de Milenio (nacidos entre 1980 y 1999). De cada una de
ellas definen desde sus rasgos humanos más relevantes hasta los arquetipos más
genuinos de sus respectivas infancias y adolescencias, pasando por el entorno
familiar de aquellos años, los
movimientos sociales y los progresos tecnológicos acontecidos. Así, los Veteranos
están fuertemente influidos por el patriotismo, su rasgo psicológico más
destacado es la lealtad, y se hallan
inmersos en una organización profesional de corte militar. Las cosas cambian en
la siguiente generación, la del Baby Boom (estallido de natalidad), que alcanza la prosperidad, en un tiempo en el
que aflora el optimismo general como señal de la época, en la que se produce la
Guerra fría, llega la televisión a todos los hogares, y en la que nace, por
ejemplo, Bill Gates. Los siguientes van a ser menos favorecidos por las
circunstancias, la denominada Generación X. Son la generación del escepticismo,
la de los niños cuyos padres se divorcian y tienen la llave de una casa vacía
al volver del colegio, en tiempos de escándalos políticos como Watergate, de
jóvenes estrellas del rock que se suicidan por la incapacidad de asumir el
éxito masivo sin el hipotético consuelo de las drogas como Kurt Cobain
(cantante de Nirvana). Una generación acuciada que no digiere la fuerza
expansiva de un materialismo creciente impulsado por la irrupción de las tecnologías informáticas, o la
pandemia del SIDA. Gente más difícil que no acepta el mando, que busca
dirigirse a sí mismo. Con esta perspectiva, y con la progresiva implantación de
los medios de masas, la previsible evolución de la siguiente generación no se
presume esperanzadora, pero de nuevo el rumbo
varía. La Generación de los nacidos a fin del Milenio se desarrolla en un ambiente de multiculturalismo
que aproxima posturas y resiste mejor la
invasión del boom tecnológico, se unen a él en lugar de temerlo, se tornan más
realistas. Ese realismo es su rasgo personal más destacado, y se adhieren a
colaborar en distintas causas al servicio de un teórico mundo mejor. El perfil
de los cirujanos de los últimos cien años queda así esquematizado. En el texto
se discuten los pros y los contras de cada generación con una acertada
ponderación basada en la experiencia de los dos autores.
Lo más interesante es que el artículo baraja las interrelaciones de
esas distintas generaciones que coexisten en mayor o menor medida en los
equipos quirúrgicos, aunque los más jóvenes se encuentren todavía en fase de
formación profesional. Todos interactúan y hacen complejo el desarrollo de las
misiones y actividades. Complejo no significa difícil ni imposible, significa más
laborioso y más multifactorial. Las tareas delicadas requieren muchas sensibilidades,
aceptando aquellas innovaciones y aportaciones de interés de los profesionales
involucrados en los procesos. Requieren entente cordial y concentración para
lograr el buen fin, siempre bajo objetivos
razonados y razonables. En cualquier caso debe balancearse con el mayor
acierto posible el impacto de cada profesional con su peculiar estilo de vida,
incluyendo lo mejor de cada generación sin que ninguna de ellas capitalice de
forma exclusiva el modo de hacer individual.
Este papel, publicado en 2008, puede
hacerse extensivo a cualquier aspecto de la vida profesional de nuestra
sociedad. En cualquier ámbito laboral o social estas generaciones están
presentes, trabajan codo a codo, y el verdadero talento reside en darles a cada
cual su proyección y expectativas, pero también en restringir sus peculiares tendencias
negativas. Todo desiderátum perfeccionista no es viable, por lo que es mejor
quitárnoslo de la cabeza. Sin embargo, no sería mala cosa recuperar la confianza
en la siguiente generación, la que ha empezado a nacer en el nuevo milenio y
que es todavía una incógnita. Visto todo lo anterior solo apostando por ella
desde nuestro rol de predecesores, es decir, dedicándoles atención y esfuerzos,
es probable que obtengamos un digno relevo. Probable.
miércoles, 12 de diciembre de 2012
El Mayordomo
La sospecha del mayordomo ante el
delito es un clásico de la realidad y de la ficción. La cercanía le involucra,
y desde las novelas de Arthur Connan Doyle al espionaje y revelación de
documentos pontificios la situación se ha reproducido en incontables ocasiones.
Podríamos asemejar, estructuralmente o directamente si así les parece, que el
personal sanitario es el mayordomo de la Sanidad. El sistema de recursos
humanos que la protege es vulnerable, como también sus gestores y responsables.
Yo, como médico, opino que somos altamente sospechosos de la
grave amenaza que padece la Sanidad Pública, cuando menos como cómplices
necesarios en su destrucción. Sin sesgo alguno, y en mi blog, reflexiono sobre
el delito.
Los movimientos contra la
privatización de la Sanidad, su denuncia y oposición, me recuerdan esos
legendarios casos de los anales judiciales en los que el autor material del
delito encabeza la cruzada para desenmascarar al culpable. Ni más ni menos.
Después de más de treinta y cinco años ejerciendo
la Medicina Pública exclusivamente, mi percepción del problema es bastante
clara. Advierto de que no conozco ninguna solución milagrosa para el desajuste
y malfuncionamiento de la macroasistencia actual, pero si he tenido tiempo de
comprobar donde están los escollos.
En primer lugar son los profesionales, con sus actuaciones,
los responsables directos de la calidad. “Calidad
es saber hacer lo mejor para un paciente con los recursos disponibles”.
Este concepto no es cuestionable en lo más mínimo. En este punto empieza el
problema, ya que no se actúa siempre
bajo el criterio de calidad. No todos
los profesionales están al mismo nivel, del nivel básico exigible. Esto es una
certeza. He presenciado desde ocultaciones de diagnóstico a un paciente por no
saber llevar a cabo el tratamiento hasta graves perjuicios por temeridad
profesional. La Universidad, y los hospitales docentes, no forman de modo
homogéneo, ni siquiera en lo fundamental, a estudiantes ni postgraduados. Sus
consecuencias directas son errores sobre el paciente, desde complicaciones
hasta mortalidad, y no precisamente errores circunstanciales sino por
incompetencia. En teoría la buena marcha de un sistema sanitario depende de lo
que estemos dispuestos a aportar con nuestros conocimientos y dedicación, es
decir de nuestro bagaje e implicación. Y dicho sea de paso que ningún director
o gerente me ha prohibido estudiar ni prepararme a lo largo de estos años,
aunque debo reconocer que tampoco me han animado a ello.
Llegados a este punto ya estamos imputados en el caso. Hay más
sospechosos, cierto. La Administración no tiene entrañas sensibles. Formula su
participación como un pagador que poco o nada conoce del negocio, poblada de
funcionarios que en el mejor de los casos cumple con su misión burocrática, y
el resultado es la deficiencia. Cualquier empresario que ni conociendo el
oficio ni estableciendo cauces de comunicación ininterrumpida con los
trabajadores de su fábrica tiene los
días contados hasta la quiebra. Tampoco los sabe seleccionar, y sigue emperrada
en hacer una prueba escrita y contar méritos documentales para contratarlos de
por vida laboral. Señores, esto puede que sirviera en tiempos de Napoleón,
inventor de este sistema, pero los tiempos han cambiado. Y por último están las
injerencias políticas. El cáncer, los traumatismos, las cardiopatías, o las
infecciones no son cuestiones políticas
sino patologías sin adscripción partidista. Yo jamás he indagado en la ideología
de mis pacientes, mientras que los cargos electos es lo primero que comprueban
antes de tomar decisiones de idoneidad para un puesto a otorgar. Mal asunto.
He visto muchas tragedias.
Muertes por desatención, graves complicaciones, denegación de auxilio, trafico
de recién nacidos, corrupción terapéutica con Laboratorios y proveedores,
ensayos no controlados ni autorizados, agresiones entre sanitarios,
substracción de material y medicamentos, chantajes, acoso sexual, y sobre todo desentendimiento, pasotismo,
desidia. Y no todo ha sido anecdótico, sino que se sigue perpetrando. ¿No es,
cuando menos, sospechoso el mayordomo?
Sé que las protestas asamblearias
continuarán, pero lo que más me preocupa no es el uso político que pretenden,
eso es el barullo de la corriente tan solo, el río revuelto. Lo preocupante es
que detrás de todo ello sigue sin procesarse al autor material, ese colectivo
sanitario acomodado en una dinámica
funcionarial que debería ser adalid de la calidad con su labor día a día. Por
el contrario, puede que si hubiésemos
asumido ese objetivo con eficiencia, con tradición ética, por más
corporativista que pareciera, ningún gestor ni político se hubiera atrevido a
reformar chapuceramente, ni siquiera a
cuestionarnos.
lunes, 10 de diciembre de 2012
La segunda oportunidad
Y si le diéramos la oportunidad a
Dios de llevar a cabo la Creación?, `pero una más benigna y equilibrada, más
decorosa y decente. La de los orígenes
de las especies, contada por Darwin, no ha funcionado. Es muy probable que los
agnósticos tengan razón ya que esta barbarie
pestilente no puede ser obra divina. Ahora que se acerca el 21 de
diciembre de 2012, y según el calendario Maya esto se acaba, podríamos darle la
oportunidad a otro artista. A ver si se
maneja mejor combinando azúcares y aminoácidos venidos del espacio sideral, y
bloquea los genes del terror, de la codicia, de la corrupción, y de la Unión
Europea. Todas estas lacras nos han hecho y nos hacen muy infelices, así que
hay que comenzar de nuevo. Espero que los Mayas tengan razón y nos veamos
dentro de unos miles de eones sin tanta fetidez, sin fútbol, sin políticos, y
sin independentistas. Ahí lo dejo.
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