Entre unos y otros van a pervertir la semiótica del lenguaje, y de paso las pocas neuronas sanas que nos quedan. Ayer, en el Congreso, la una definiendo el aborto como derecho reproductor y el otro, antiabortista saliendo con lo de la violencia estructural. Vaya panorama, luces mortecinas en el foro nacional, entregados a un ejercicio evasivo sobre la cuestión. Ninguno, a mi juicio, da pie con bola. Los extremos se tocan, añadiendo confusión a la cuestión. Señora proabortista: el aborto no es un derecho reproductor, es en todo caso un derecho antireproductor. Señor ministro la violencia estructural no existe, existe una profunda falta de ética en la sociedad, que es distinto. Señora proabortista: quien siembra vientos recoge tempestades. Han jaleado, ustedes, el libertinaje sexual por activa y por pasiva, y eso pasa factura en forma de embarazos no deseados, en proporción al grado de promiscuidad alcanzado. No es coña. Señor antiabortista: supongo que perseguirá esa violencia estructural y se hará cargo de todos esos embriones no deseados y de sus madres, incluyendo en los presupuestos generales una partida de 20.000 milones de euros para sufragar los gastos de manutención, anualidades por alimentos, educación, sanidad, y vivienda digna. Si no le salen las cuentas puede convencer a Amancio Ortega y algún otro para que colaboren en el proyecto. Así sería viable. Señora proabortista; no diga más la falacia de que a ninguna mujer le gusta abortar, es una obviedad, diga mas sinceramente: a ninguna mujer le gusta quedar embarazada cuando solo trataba de divertirse un rato (lo cual si es un derecho ciudadano)
Lo decisivo en el debate del aborto es encontrar el punto de sensibilidad humana. A estas alturas de nuestra evolución deberíamos estar en condiciones de respetar la vida de todos los seres humanos, nacidos y no nacidos, y de adoptar todas las medidas posibles para conciliar el crecimiento demográfico. Lo que no tolera la propia Naturaleza es la huida hacia adelante, es el autoengaño conceptual. Prevengan, y haganlo con rigor. No instiguen sexo, eduquen, enseñen a evitar embarazos no deseados, pongan los medios para que de una relación "sin finalidad reproductora" no surja una tragedia. Y si todavía hay consecuencias, ya que inevitablemente se seguirán produciendo embarazos, asuman su responsabilidad política y social y garanticen la vida para el que viene en camino. Reserven el aborto para aquellos seres inviables o abocados a grandes sufrimientos tras el nacimiento, y cuya supervivencia no llegará a ser más que una crueldad contra ellos.
Señora diputada: abandone la lectura de "La filosofía del tocador". Señor Ministro: abandone la lectura de "Camino". Hay cosas mas recomendables, en la literatura, para ambos.
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