Será antipático, adusto y, en
apariencia, duro e insensible. Lidera una controvertida reforma educativa llena de inconvenientes y oposiciones que ha levantado ampollas en amplios sectores
de la sociedad y en la Comunidad Docente. En definitiva, le ha tocado bailar
con una de las más feas y su popularidad está bajo mínimos, pero… no va
desencaminado. Este país se ha ido llenando de indolencia en las aulas a costa de veleidades
partidistas de los políticos y de mediocridad profesional entre los maestros.
Ante los datos negativos registrados algo había que hacer, aunque no sé si se
ha llegado en tiempo y forma.
En materia formativa hay que
exigir, claro que sí, y poner el listón alto
en los niveles de competencia de alumnos y profesores. Durante las últimas
décadas se ha perdido calidad intrínseca y extrínseca en la Enseñanza, es decir
en la que posee objetivamente el sistema educativo y en la que percibe subjetivamente la sociedad. Esto es evidente,
de ahí que la propuesta de Wert sea de perfil clásico. ¿No se asemeja este
estilo al que existía en la generación previa que sustentó el cambio
democrático? Sí, decididamente. En aquellos años setenta no se regalaba el pasar
de curso, ni se daban aprobados “políticos”, las becas se acreditaban con notas
mayores que un 6.5, y las relaciones alumno-profesor variaban muchísimo a nivel
personal, no eran el cuerpo de doctrina, lo fundamental era aprender y
demostrar con el duro esfuerzo del estudio lo aprendido. Parece una
perogrullada, pero al final es lo único consistente y exitoso. Disquisiciones
aparte, si hay un mínimo rumbo para la enseñanza es volver a la seriedad
educativa, a la exigencia, y a la calificación objetiva por méritos. Las
referencias de ello se encuentran en la filosofía griega, que muchos políticos
y profesores deberían releerse (o leerse por primera vez) estas vacaciones bajo
la sombrilla de la playa.
Yo no hubiera rebajado el 6,5,
Aminorar esfuerzos solo conduce a la depresión de cualquier sistema, mal que le
pese a la opinión pública.