Los antineoliberales, como el
recientemente fallecido José Luis Sampedro (e.p.d.), invocan un sucedáneo de
moralidad necesaria en el mundo del dinero, virtud o bondad, para atemperar sus
efectos alienantes en la sociedad. Son confesiones a medias, son fragmentos de
buenas intenciones, tan reduccionistas como simplones. No hay más tratamiento contra
la codicia que la honestidad general asumida como pauta de conducta ejemplar. Y
sobran opiniones, diatribas y componendas. Uno puede remitirse a los textos
sagrados de las grandes religiones para encontrar con más exactitud y mejor explicación
como debe conducirse el ser humano ante las lacras provocadas por el vil metal.
Allí queda mucho más claro que solo la intachable conducta de cada persona
garantiza la armonía de la justicia distributiva en la convivencia social. Y es
que los grandes tratados éticos ya han sido escritos y no admiten dudas, como
sucede con la ley de la gravedad en
Física. De ahí que esas soflamas de indignación me causen cierta hilaridad al
estar declamadas con las bocas pequeñas de grupos ideológicos que transigen
normas básicas en múltiples facetas de su vida ciudadana y personal.
Simplemente por ello pierden cualquier credibilidad y se convierten en meras amenazas sin horizonte
de conciliación alguno. Tanganas de
marrulleros en el campo del deporte ilegal. Mueven resortes sensibleros de forma artera, progresan merced a la descomposición
del corrupto sistema político, y jalean un status de acción que persigue satisfacer
sus propias envidias, tan solo eso, ególatras incluidos.
Los
modelos económicos de las sociedades cambian, se adaptan, fracasan y sufren
reordenaciones, es cierto. También es cierto que la pervivencia y la
prosperidad de cualquier pueblo se fundamentan en la calidad humana de sus
ciudadanos, en su conjunto. Cuando se adquieren demasiadas necesidades, se
cierne la esclavitud de forma inherente. Cuando no se diversifica la acción se
entra en regresión. Así, desde la noche de los tiempos. Si alguien quiere ser
realmente libre debe liberarse a sí mismo, y librarse del afán compulsivo de poseer. De lo
contrario… bancarrota para los ricos… y desahucio para los pobres.
Mucha razón tienes y muchos creemos que hace falta una regeneración de valores éticos, morales y políticos de la sociedad. Nuestra sociedad está amuermada, sin ilusión, ni esperanza, ni norte, ni camino que seguir; el 15-M se diluye cual azucarillo, la corrupción impera, la crisis nos hunde. Prevalece aquello de -Dijo a la justicia al dinero: "Más que tu puedo"- Ah! O tempora, o mores! ¿Qué podemos hacer?
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