Hace algunos años escuché en Radio Nacional la
noticia de la celebración del Congreso Internacional de Psiquiatría en España. El periodista hacía referencia a
Sigmund Freud y a sus escasas relaciones con profesionales de nuestro país,
hasta el punto de que tan solo dos personajes nacionales se habían entrevistado
en persona con el prestigioso psiquiatra. Freud había entrado, ya en vida, en
la Historia de la Medicina y en la del mismísimo Siglo XX por lo que su accesibilidad no era nada
fácil. Así las cosas, el eminente doctor recibió exclusivamente en su despacho
de Viena las visitas del profesor Sarró,
de la Universidad de Barcelona, y de Salvador Dalí. Curioso, pero lógico,
porque el interés de Freud por el surrealismo se sustentaba en las múltiples
conexiones de ese movimiento artístico con el
Yo y el Superyo de sus teorías conductuales. Estaba claro que Dalí respondía
al espécimen digno de estudio para él, Pero
lo insólito llegó a continuación, cuando el locutor, en una encomiable búsqueda
de archivo radiofónico, nos ofreció un fragmento de una entrevista a Dalí en la
que el mismo “Divino” relataba ese encuentro con Freud.
“Freud no hacía más que mirar en silencio el dibujo que le había
regalado, hasta que me harté y entregándole un manuscrito personal le grité:
haga usted el favor de leer este manifiesto porque, por si no lo sabe, yo soy
mucho mejor escritor que pintor, Entonces, se me quedó mirando y me dijo: vaya
tipo más bravo, paranoico, y español”
Desternillado
de risa y emocionado al mismo tiempo casi tuve que detener el coche al escuchar
esta joya de anécdota. La cercanía de
un momento estelar, narrada por un personaje irrepetible, me sobrecogió. Pero
hay más. Esos tres adjetivos, pronunciados por un sabio de profundos
conocimientos, tal vez definían no solo a Salvador Dalí sino a un pueblo,
nuestro país, al menos en aquel entonces. Probablemente hoy ya no seamos tan
bravos, lo bravo está cuestionado en la aséptica España posmoderna, y en lugar
de paranoicos capaces de lo mejor o de lo peor seamos abúlicos expertos en
hacer nada, y españoles…pues no lo sé…muchos ya no quieren serlo. Pero si Freud
así definía al excéntrico genial hijo de Figueres (Empordá) y afincado en Port
Lligat (Cadaqués), es que lo presentía
muy español.
¿Y
si volviéramos a estos adjetivos?