La vejez es una etapa misteriosa
de la vida. En ella si hay algo que predomina es la lentitud y no en un sentido
peyorativo sino como fenómeno de contención del natural desgaste biológico. No
hay velocidad vital ni de toma de decisiones, se anudan las pausas y se genera paciencia.
Paciencia, el gran ingrediente. Hace días que observo al viejo sentado en su
balcón tratando de dialogar con la paloma.
En un principio tan solo se miraban
como dos figuras de un cuadro holandés. Más adelante la relación había
progresado y ambos parecían estar aproximando una relación de silencio, pero
una relación al cabo. Hoy les he visto confraternizados, la paloma comiendo de
la mano del anciano. ¿Qué no es nada extraordinario?. Claro que lo es. Un
hombre solo, tan solo como muchos ancianos, recibe la atención de un ave a
cambio de migas de pan, y ha dejado de ser una figura de cera recostada en un
sillón al fresco. No sé si esa paloma es su único visitante, pero acaso sea el
único que busca su mano.
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