Bajo un sol impecable luciendo en la bóveda azul las preces entonadas al unísono por el grupo sonaban de forma estremecedora. Esa congregación, en lo alto del monte y entre las cordilleras imponentes del Canigó y del Grá de Fajol, agradaba al propio Universo, le rendía honores a un Dios discutido, pero no discutible. Tuve la sensación, aunque muy efímera, de recuperar la fe, aunque entre mis sudores y agujetas. Mi gorra azul marino estaba impregnada de sal, sentia mis piernas fatigadas, y la grandeza del paisaje me hacía alucinar. Cierto. Pero... aquella Misa...era toda una referencia. Ni los tiempos descreídos, ni el poder ominoso del ateísmo oficial y social habían podido con toda la espiritualidad. Me emocioné con el anacronismo presenciado en la cumbre. Cerca del cielo.
domingo, 21 de agosto de 2011
UN INSTANTE DE FE
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