Luminosas cristaleras de la Iglesia de La Porciúncula, convento franciscano que visité en 1959, siendo niño. Volví este verano y junto al viejo seminario, sobrio y muy mallorquín, se había construido una joya de iglesia en 1965. Diseño circular, no muy grande, como un corazón acristalado con vidrieras espectaculares recreando la vida del Santo y su empatía absoluta con la Naturaleza. Aquella mañana percibí soledad en el lugar, siendo yo el único visitante, un vacío que no era doloroso pero si nostálgico. Al salir, entre los frondosos pinos de la finca, intuí que algún día recobraremos la fé.
En general no me gustan las iglesias modernas, las de ahora. Me alegra saber de esta que aquí nos escribes, y me hace sentir curiosidad por ella, visitarla y ver así esas cristaleras que nos indicas. Gracias por compartir esa experiencia.
ResponderEliminarte gustará. Y antes de entrar paserás por un humilde museo que está lleno de cosas muy valiosas.
ResponderEliminarTe agradezco mucho la foto que complementa bien el texto. La fe, a tuve y la perdí y desde entonces no ha regresado, siempre admiro a la gente que tiene una profunda fe interior que no la exhibe que lleva su religiosidad casi algo doméstico.
ResponderEliminarUn abrazo.
Pienso exactamente como tú.
ResponderEliminarUn abrazo
Pues si, las iglesias antiguas son hermosas,en general tengo el gusto por las antiguedades.
ResponderEliminarY bueno respecto a la fe,no necesareamente hay q estar en una iglesia para mostrarla.
Me gustaria q escribas algo en estos dias,has abandonado mas de un mes tu blog.
Un super abrazo primaveral.
si, septiembre me ha tenido ocupado. Pero seguiré, claro que sí. Siempre hay de que escribir y siempre queda la imaginación.
ResponderEliminarUn abrazo