domingo, 11 de julio de 2010

PREVENCION DE LAS ENFERMEDADES DE TRANSMISION POLITICA





Ignoremos todo conocimiento inútil como primer movimiento orquestal. Así que apaguemos la tele, la radio y el ordenador, pleguemos los diarios, que es como replegar velas en la tormenta. Capeemos el temporal y que las olas nos lleven a mar abierto, donde no se escuchen los bramidos de esos predadores de la ley y de la trampa. Les digo que estoy harto de políticos, como muchos de ustedes, como la mayoría. ¡Vaya! Somos mayoría y andamos bajo su tambor a paso ordinario. Yo no pretendo dar lecciones a nadie, solo aspiro a huir de sus pompas y vivir de la manera más digna .Será por eso que no sintonizo con esos contorsionistas de las palabras huecas.
Me vienen ahora a la memoria dos historias bastante parecidas entre sí, una sencilla y otra gloriosa, ambas con un mismo destino: liberarse de la presión ambiental. Allá por 1969 en la presa de la Restanca, que se encuentra al pie del Montarto, volvíamos de la ascensión y pernoctamos en el lugar. Entre el personal de mantenimiento y obras conocimos a un andaluz, enjuto y pulido, que se encargaba del manejo de un funicular rudimentario con el cual transportaban materiales desde el final de la pista, en el valle del Valertíes, hasta la cota de la presa, unos 300 metros más alta. Como quiera que nosotros, al dia siguiente, teníamos que descender indagamos la posibilidad de montarnos en “la mesilla”. El viaje estaba terminantemente prohibido por un capataz tan desagradable como autoritario, por lo que recurrimos al mesillero. A la entrada de la estación, excavada como una gruta en la roca granítica, nos recibió. Le comentamos nuestras intenciones y accedió con la condición de que llegásemos muy temprano y sin que el capataz se diera cuenta. Todo el entorno era bastante parecido a las secuencias cinematográficas de Indiana Jones, con vagonetas, túneles, y aquel misterioso funicular, créanme. Pero lo insólito fue lo que nos reveló a continuación. Se había instalado allí huyendo del mandamás a quien no soportaba y hasta se había construido una cama de madera. Tenía una modesta vajilla e instrumentos de cocina y un hornillo eléctrico también fabricados por él. “Aquí estoy tranquilo, sin verlo ni oírlo, y cuando sube la mesilla cargada con provisiones me lío a robar p’adentro y así ni tengo que acercarme al comedor. Ese tío es un malaje que no deja vivir a nadie, como un taladro que no cesa”. Se le veía un hombre feliz, un Robinson Crusoe pirenaico sin el criado Viernes, orgulloso de su libertad y lejos del martilleo jerárquico. Al día siguiente descendimos por una vertiginosa pendiente de raíles sobre una especie de plataforma de madera. Un viaje de 12 minutos que puedo calificar como el más alucinante de mi vida.
La segunda historia se halla recogida en. la Autobiografía de Charles Darwin durante su trascendental viaje de cinco años a bordo del Beagle. En uno de los capítulos describe enardecidamente las numerosas peleas y discusiones que sostuvo con el capitán Fitz-Roy, autoritario y visceral., Difícil relación la de un joven científico con un experto marino militar de ascendencia nobiliaria. Pero Darwin consiguió su objetivo. ¿Cómo?. Dedicándose a lo suyo, eludiendo el férreo ambiente del barco. Simplemente fue a lo suyo, y dejó la contienda jerárquica de lado. Pues vayamos a lo nuestro, que también es factible aunque no seamos genios de la Ciencia. No demos crédito a la esterilidad política, a sus ridículos recurrentes, a sus declaraciones de caverna. Nosotros a nuestra vida, a nuestra gente, a nuestras ilusiones. No es por desprecio, es simple y llanamente porque su maraña no es nuestra existencia. Si hay que escuchar a alguien con suma atención no es a estos especuladores de las urnas. Ya veran que pobres suenan, comparativamente, los discursos de la jauría política actual.
Pongamos la coda. En el mismo libro, Autobiografía de Charles Darwin, se recoge una frase lapidaria, que es del padre de Darwin, y que casualmente viene a cuento, cuando le dice: “hijo, nunca seas amigo de nadie a quien no puedas respetar”. Dura, muy dura. Para reflexionar.

1 comentario:

  1. Deliciosas y aleccionadoras anécdotas, aplicables a lo político, sobre todo la de Darwin.

    Alguna vez siento idénticas tentaciones a las de ese andaluz: apartarme de todo, buscar lo más simple. Puede que por ese motivo disfrutara tanto la película Hacia rutas salvajes (Into the Wild), te la recomiendo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar