Hoy era la fecha en la que yo quería jubilarme, pero resultó ser un año antes y el tiempo ha llegado hasta aquí, al día de hoy. Dicen que el hombre propone y Dios dispone, y algo de cierto habrá en ello, al menos metafóricamente, porque no era capricho mi aspiración a seguir en mi trabajo sino un designio interno que contenía además de razones personales algunos proyectos coyunturales bien definidos en el ámbito profesional. Pero la historia no fue así, y todo ello quedará como una ucronía más en la vida. Ahora, con la ingrávida perspectiva que da el pasado, puedo empezar (y terminar) de hacer balance de estos cuarenta años como cirujano.
Yo me hice médico por alguna misteriosa y profunda razón que todavía no me explico. Cierto era que por entonces un halo casi sobrenatural revestía a nuestra profesión y que su trascendencia social era muy palpable. No obstante, ingresé en la carrera cuando el estatus económico del gremio empezaba a declinar aunque ese aspecto nunca fuera mi prioridad ni mi objetivo vital He recogido, biográficamente, la trayectoria de mis estudios y de mi etapa de especialización en Cirugía en una novela que probablemente nunca publicaré y en la que me reafirmo en unos principios bastante acusados de entrega al servicio público y de crítica a la rentabilidad comercial de la medicina privada sin que ello suponga un enfrentamiento radical a la misma, solo que, yo, no nací para poner precio a mis actividades. Nunca he considerado este posicionamiento como fruto de adscripciones políticas ni ideológicas, ni siquiera religiosas, sino desde una concepción gratificante del ejercicio profesional hasta los umbrales del gozo, tal vez como buen hedonista nacido en mayo.
A lo largo del tiempo he vivido la excelencia de los avances científicos y técnicos, ese brazo armado de la Medicina tan poderoso, pero al mismo tiempo he sufrido (en propias carnes) el hostigamiento creciente de la política y de la invasión burocrática hasta extremos asfixiantes. Sin duda es una lacra difícil de combatir, toda vez que la salud de las personas ha sido capitalizada por los poderes y se ha convertido en moneda de cambio electoral sin más objetivo que los intereses individuales y personalistas de las castas mandatarias, un claro ejemplo de como se puede subvertir una razón social universal en un negocio particular y fraudulento. No hay excepciones en ninguna de las formaciones políticas que han detentado el poder a lo largo de mi vida profesional aunque es probable que la Corporación Médica, como Ente, hubiese actuado de forma similar de haber retenido íntegramente el control global de la Sanidad. Parodiando el tema pienso que ha sido una lucha entre piratas o entre cárteles con un claro vencedor, y no me retracto de mis palabras ya que ambos engendros son equiparables en su miseria moral y en sus abyectas intenciones.
De la convivencia humana en mi trabajo, experimentada durante todos estos años, puedo resumir que no es exactamente igual que la vida misma. Aunque hay buenos, regulares , y malos, he conocido innumerables categorías de compañeros en todos los estamentos. En la cara amable del sistema ha predominado la sociabilidad, la inmediatez, el trato llano y directo, y unos pocos (muy pocos) han sido los verdaderamente comprometidos con la misión, mientras que la cara oculta ha estado poblada de indolentes y haraganes así como por algunos francamente peligrosos. Las Instituciones Públicas que manejan material (humano) sensible, concretamente vidas, no deberían aceptar una estructura tan irregular de cualificación profesional, moral, y laboral, pero sus procedimientos de selección de personal son atávicos y todavía llenos de prevaricación administrativa. Aunque siempre me quedaré con el recuerdo entrañable de cuantos han derrochado su categoría y buen hacer debo reconocer que han sido demasiados los sinsabores y decepciones con muchos en cualquier momento.
Por último quiero incidir en un aspecto demográfico observado que contiene potenciales amenazas ya en el presente y para el futuro. Se trata de la distribución de profesionales en los distintos niveles sanitarios. He podido comprobar que la cualificación profesional elevada se asentó hace varias décadas en hospitales periféricos fruto del bloqueo de puestos de trabajo en los grandes hospitales por diversas razones. Ese efecto ha sido muy positivo en comarcas alejadas de las ciudades durante el tiempo que ha durado pero actualmente ha empezado a declinar porque son ahora los grandes Centros quienes retienen e incorporan a los mejores en detrimento del ámbito rural que parece haber perdido su capacidad de atracción y tampoco cuenta con ningún tipo de incentivación. Con este panorama puede generarse una peligrosa asimetría en términos de asistencia eficaz, pueden multiplicarse los traslados a grandes hospitales hasta colapsarlos, y sobre todo pueden instaurarse dos modelos sanitarios desiguales en función de la geografía humana. Tomen nota de ello los jerarcas.
Si volviera a nacer no se si escogería la misma profesión porque las opciones en la vida, afortunadamente, son tan ricas y diversas que ponen muy difícil la elección del camino a la realización profesional. Por lo pronto no sucumbiré a las nostalgias y esta etapa la doy por cerrada aunque no por olvidada. La existencia de toda persona es un mosaico, un mosaico gaudiniano de muchos colores cuya combinación debe configurar la perspectiva necesaria para expresar el arte, aunque predomine el blanco.