No sufra Cecilia, usted no ha
hecho más que arte, no puede
avergonzarse de su restauración, ha pintado con dignidad y libertad. Si los
canones dicen una u otra cosa que más da, en sus trazos está lo mejor de usted.
Yo así lo reconozco, como una vibración benigna que me sugiere ese rasgo de otra naturaleza bien distinta a la de aquel “Grito” de Edvard Munch, éste mucho
más triste.
Celia, le admiro por esas horas
de dedicación, y le admiro aún mas porque ha dejado claro que son muchos los
legados culturales que necesitan atención. El aspecto del ecce homo antes de
restaurarlo es el de un alma que se va, que se desintegra en el tiempo, que nos
sobrecoge en la soledad del pasado lejano. Sin embargo hoy ha renacido y
circula de uno a otro confín. Veo algo misterioso en el nuevo aspecto del
rostro atormentado de Cristo, lo ha redondeado y lo ha desprovisto de esa
crueldad clásica que imprimían los pintores de antaño. Es posible que el nuevo
rostro sea más acorde al presente y al futuro, es un retrato menos hiriente y
menos herido, tal vez más caricaturesco para un mundo que no puede asirse a los
convencionalismos clásicos del sufrimiento desbocado del martirio y se vaya
transformando en una simplicidad, o
mejor en una sencillez existencial, que
resuma la pretendida voluntad de Cristo, ser un hombre más.
Como mejor ha sabido usted ha insuflado vida a la obra, gracias por
haberlo hecho. Recuerde que ya otros lo han dicho y que yo lo suscribo: El espíritu con
el que se hacen las cosas es lo que me interesa” (Robert Filliou. Artista destacado del Fluxus Art).
Animos Cecilia,
que por algo usted ya es parte de la historia de la Pintura.
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