Salvífico y restaurador fue el desparpajo de aquellos años cincuenta. Mienten, como bellacos, quienes reniegan de aquel pulso con la nada, y eso que fuimos actores sin papel de un largometraje en blanco y gris. Los latidos atenuados de mil noches de radio, amenizadas por orquestinas de pluriempleados, tuvieron, como no, su mármol y su día. Hambrunas de escabeche y pan duro, descojonándose de los que tropezaban con los adoquines, y entre suspiros de España una lejana lucidez de maestros en los cuatro puntos cardinales. No miro a otra parte ni justifico ningún abuso, sobre todo ahora cuando de todo se abusa. Si una canción enternecía era por su carisma redentor de la miseria, y la miseria de despiojaba con furiosos dedos rascándose la cabeza. Ni oscuridades ni amaneceres, aquellos años resolvieron el gran error de la rabia irracional .Dentelladas de gatos celosos desafiando tejados y terrados en la innoble tradición de la ridiculez hispana, mordidas del estraperlo, propinas corruptas, brazos incorruptos, y orgullo patrio orlado en palmas secas de domingo de Ramos. Sería coincidencia pero nos tocó salir de las tramoyas y representar la única obra en repertorio de aquella tragicomedia polvorienta que nos hacía reir y también llorar. Flores en el pelo de las cupletistas y borracheras de clarete para incendiar rastrojos en tardes rojas y gualdas. Se dirá que no, se negará tres y tres mil veces, pero al final….,sin remedio, no hubo otro camino que andar. ¿Cansados?. Nunca, transitamos un paisaje feo en el viaje ferroviario de los años. Tiznados de carbonilla y ojerosos de monotonía, pero la vieja locomotora besó los topes del futuro y llegó, llegó con años de retraso a una frontera escarpada. A pie de andén yacen las colillas del ayer, yo me resisto a olvidar y no quiero maldecir, por las venas fluyen sangres de vinagre y de turrón, reliquias al fin y al cabo de lo que nos tocó vivir.