viernes, 13 de enero de 2012

Le Club des Amateurs du Petit Pois


“Alors, nous sommes le club des Amateurs du Petit Pois”. Desde muy niños decimos tonterías, y con la edad el problema se acrecienta. Son frases dichas inoportunamente en los lugares más insólitos, algo que media entre el fracaso cognitivo y la inteligencia emocional disminuida. El esperpento inicial, traducido, significa: Entonces, nosotros somos el club de los Amantes de los guisantes, y lo dije yo a los veinte años rodeado de locos egregios e intstitucionalizados en el Hôpital Psychyatrique de Perreux, Neûchatel , mientras desgranábamos guisantes una apacible tarde de verano. De eso hace ya más de cuarenta años.

Sentados, como una troupe de pinches de cocina, tomábamos de los cestos las vainas verdes vaciándolas con el ritmo mecánico de los dedos. Había más de 60 kilos, es decir, para un buen rato de cháchara con oligofrénicos, esquizofrénicos y otras hierbas inclasificables. Mi honroso intento terapéutico, con esa ridícula frase, era dar un aire de colectividad a la tarea, de prestigio (¿prestigio?), de buen rollo.como se diría ahora. Pero la propuesta no alcanzó su objetivo. Apenas movieron los ojos de las leguminosas, sin ninguna aceptación oral. Mi s palabras se evaporaron por la ventana enrejada que daba a las mismísimas estribaciones de los Montes de Jura. Quedé algo estupefacto, por aquello del rechazo silencioso a pertenecer a un club recién fundado en el seno de una casa de orates, y lo peor no fue eso. Jean Michel Barbezat, un tosco friburgués ingresado desde el final de la Segunda Guerra Mundial en el Psiquiatrico, se levantó y tomando la fuente colmada de guisantes la volcó sobre mi cabeza, como una verde nevada alpina.

Creo que me lo merecía.

viernes, 6 de enero de 2012

Miseria



Ningún Estado que se precie de sensato puede asumir el coste y el peso completo de la miseria de su país, en otras palabras, debe ceder gran parte de ese protagonismo, más que dudoso, a la solidaridad familiar y ciudadana, mucho más anónima y próxima a los desfavorecidos. Detrás de un falso altruísmo, que solo pretende rendimientos electorales, el dispendio destruye la estabilidad del tejido productivo de un país, con un desmesurado gasto social a distintos niveles. No se trata de abolir ningún derecho sino de situar las responsabilidades y las acciones en su plano más eficiente. Pongamos que una familia atiende a sus gastos y contribuye al sostenimiento de algún vecino pobre pero no puede costear todas las necesidades de los residentes en su escalera. Es un ejemplo demasiado simple, tal vez, pero sintético. Va llegando la hora de que reaccionemos los de a pié, asumiendo un papel activo en la consecución del bienestar ciudadano

Delegar en un "papá" Estado la asistencia de la pobreza y la miseria es un maniqueísmo intolerable. Nuestros impuestos han de servir para costear pilares básicos de desarrollo, y al pagarlos exigir cuentas claras a los gestores de la política. De ahí a mirar hacia otro lado usando el falso argumento de que ya abonamos nuestras cargas fiscales al Estado es simplemente una gran sandez. El ejemplo ahora si está muy claro, nuestra crisis económica y social. Confiar en que un poderoso Estado redima con sus aportaciones millonarias la miseria es un esperpento ideológico. La gestión de grandes sumas a través del entramado de los partidos políticos y sus gobiernos tiene asegurada la corrupción, en la que una parte importante de los recursos irán a parar a bolsillos privados y otra parte se adjudicará con criterios más que cuestionables.

En esta tesitura, a la vista de las figuras legales existentes, lo mejor es donar directamente a las Instituciones de nuestra confianza y probidad. Sin que podamos estar seguros de su total transparencia siempre serán más justas y equitativas que un aparato político lleno de todo tipo de alimañas. Donar y exigir recibo para la correspondiente desgravación fiscal es, indirectamente, la mejor estrategia administrativa que obliga al Estado a ceder parte de nuestros tributos hacia quienes nosotros decidamos.

No todo termina aquí, con dinero. Hay otras muchas formas de ayudar y ejercer nuestro compromiso social, pero será para otro día.