miércoles, 2 de febrero de 2022

La volcánica parlamentaria de salón

 



No tenía previsto escribirle a usted, señora Ana Oramas, pero ayer, en su entrevista en TRECE TV dentro del programa La Azotea, algo me incitó a hacerlo sin dilacion. De entrada le pido disculpas por si alguna de mis expresiones rayara el límite de lo permitido, pero como en estos tiempos de liberalidad mediática, y sobre todo política, casi nadie hila muy fino, me dispongo a decirle cuatro cosas.

El estado psicólogico de nuestra sociedad ha experimentado un nuevo brote de hastío como consecuencia del amargo trance pandémico, aunque. tal vez, no solo por ello.. Cabe invocar otras causas que, a mi juicio, socaban la dignidad invidual y colectiva, Me refiero a la deriva que en el mar de la desfachatez se encuentran todos ustedes: la casta política. Fíjese bien, que no es nada partidista, y que ni siquiera conozco el ideario de su formación. Esa es la cuestión, que todos me parecen gotas de agua. Bajo el manto de una genuina dulzura canaria rezumaba esa hipocresía abyecta que a todos nos resulta perniciosa, esa misma hiprocresia que alimenta el fuego de la indignación.  Sin ser usted el mayor exponente de la felonía también contiene ese ingrediente en buena medida. Mire, ninguno de los que integran el hediondo mundo de la política  deberían tomar la palabra de la hosestidad en vano, ardid que utilizan sin descanso. Por mas que el marco cosntitucional  les ampare y les provea de todo tipo ventajas para humillación y escarnio de los ciudadanos de a pie, no tienen patente de corso para reirse, en comandita, del conjunto de personas que vivimos en España.  Debería caerles la cara de vergüenza al exaltar ese constructo trasnochado del orden imaginado que a todos los reprime con leyes injustas, sectarias y discriminatorias, las que ustedes aprueban entre obscenos ejercicios de palabrería en el hemiciclo. Señora Oramas, con ese aderezo de amargura minoritaria que derrama por doquier no contribuye en nada a resolver los problemas de la sociedad insular, ¿Sabe porqué? Yo creo que lo sabe de sobras: porque la cultura de la queja ya no da más de sí en la cueva de Ali Babá y los cuarenta ladrones (son muchos más en esta distópica actualización), aunque...funciona de maravillas para asegurarse un espléndido modus vivendi a título personal. Creo recordar que, durante la entrevista, hasta intercalaron unas frases suyas en las que aludía al MPAIAC, al que, si bien no justificaba, si traía a colación. Usted sabrá por que.

    Despues de tragarme, largo y tendido, tanta hipocresia compartida por el aquelarre del Congreso, me quedé con la misma estupefacta sensación que al ver  la meliflua imagen de Pablo Casado atufado por el estiércol en explotaciones ganaderas, la hierática pose de Abascal montado a caballo, la oronda silueta de Oriol Junqueras rezándole a un dios cuatribarrado (con una estrella), a Iñaki Urkullu departiendo en secreto en un recóndito caserío frente a un asesino convicto pero no confeso, y a Pedro Sanchez caminando, cual alumno suspendido, junto aldecrépito catedrático de los Estados Unidos y suplicándole una revisión de examen..

Váyanse todos ustedes al infierno!

 

jueves, 24 de junio de 2021

Imagine (John Lennon), audición recomendada

 


“Imagine no countries…”, decía John Lennon en su maravillosa canción, esa joya musical sobre un desiderátum pacifista, cuasi beatífico, que pocos (o ninguno) hombres poderosos del mundo han citado en sus soflamas mediáticas. Habrá sido por la impertinencia de los versos a sus oídos, o por la ralea del autor, Sin embargo, esa bella composición también ha ido desapareciendo de la difusión general, al menos en el ambiente que me rodea. La hermosa sencillez de cuanto dice, y esa música de acordes básicos, no son otra cosa que una oración, como una prolongación natural del canto gregoriano,  A pesar del “no religion too...”, para mí se trata de un genuino manifiesto espiritual que se derrama sobre el controvertido mundo de las vanidades y todo tipo de tiranías. Tiranías, si, por doquier, bajo las procelosas intenciones de cuantos pretenden apoderarse de los demás, y someterlos, usando cualquier tipo de fuerza, material o inmaterial, coartando libertades y, en cualquier caso, derribando la concordia. Esto es, ni más ni menos, lo que viene sucediendo en Catalunya desde hace mucho tiempo, la maravillosa tierra en la que nací. Tengo razones más que suficientes para sentirme orgulloso de mi origen, de su paisanaje y de sus paisajes, de sus costumbres, de su lengua vernácula, y de su cultura milenaria, pero no me siento mejor ni superior que el recóndito indígena del Amazonas ni del meseteño enjuto de Tierra de Campos. A eso se refería Lennon en su canción. Si esa misteriosa asimetría de oportunidades ha determinado un mundo desigual, peculiar  en el tiempo, pero no en el espacio, me equivocaría muy mucho exaltando mi soberbia, dando la espalda a la diversidad, o alejándome irascible de todo cuanto ha contribuido a mi existencia. No es creíble la sarta de majaderías que invocan los secesionistas, ni sus constantes alusiones a un pasado difícil, el mismo para todos los españoles (no solo para los catalanes), ya que gracias a la democracia fue superado y extinguido. No es de recibo el odio  xenófobo en el seno de una gran familia,  ni la falta de respeto a las personas y a sus sentimientos. Su  credo no es limpio, es una oligárquica estafa, sus métodos no engrandecen nada, y olvidan que la única lucha, continua y perdurable, debe ser  por la justicia equitativa, nunca por la ideología, que éstas siempre adolecen de escasez de miras, cualesquiera que sean.

            Señores independentistas: traten de acomodarse lo mejor posible en este barco que nos lleva a todos juntos al futuro. Descarten la idea de tirarse al agua, y para alejar tan funesto disparate de su cabeza….escuchen, de nuevo y relajadamente,  Imagine.

domingo, 13 de septiembre de 2020

Así no vais a ninguna parte

 El oligopolio mediático, afecto a la supuesta izquierda política, se ha convertido en el llanto y crujir de dientes de toda la , también supuesta, derecha española. Dentro del martilleo industrial de esos mecánicos (periodistas) vestidos con mono rojo, o estelado, las voces enfrentadas y opositoras no se escuchan. Es imposible que esos rezos susurrantes, como oraciones  quedas, lleguen a los oídos de los ciudadanos, y la razón última  no es lo apagado de su volumen sino sus constructos obvios, lógicos, y tradicionales. Manejando el dial se puede elevar el tono de la COPE, El Mundo, ABC, La Razón, y TRECE TV, pero la cuestión, visto lo visto, no es la falta de micrófonos ni de papel, sino su propio discurso coherente. Hoy nada es coherente con referencia a los valores paradigmáticos, y me remito al brutal cambio que ha supuesto la interconexión de la Humanidad entera. Hasta hace más bien poco, nadie podía comprar una sartén sin ir presencialmente a la ferretería -y menos a una de Pekín-, ni saber si está lloviendo sin abrir la ventana,  ni departir sensualmente con una anónima fogosa de Gijón a través de la web cam. Todo esto no era lógico, ni pensable, pocos años atrás. Ha sobrevenido un inmenso salto cualitativo y cuantitativo que ha puesto boca abajo al mundo entero, y de dicha circunstancia las fuerzas tradicionales de nuestra sociedad todavía no se han enterado. Valen ya de muy poco los viejos raciocinios aristotélicos, porque se han agotado en si mismos al no poder dar explicación filosófica a la teleexistencia, a lo virtual, un fenómeno que, dicho sea de paso, me resulta mucho mas enigmático que lo sobrenatural. Desentendidos de esta nueva realidad global ya no es posible presidir ninguna instancia de Poder, y en esa lenta pero inexorable zozobra solo les queda sisear letanías mientras aguardan el final,

A esos náufragos perdidos solo se me ocurre lanzarles un salvavidas de incoherencias, bulos, y desmentidos, marca España, con bengalas evanescentes que puedan ser vistas desde lejos. Solo así, poniendo fuegos artificiales en la negrura de la noche, logren ser localizados y tal vez rescatados por el electorado. La izquierda social-comunista no es la tormenta perfecta, solo una marejadilla -con permiso de la Unión Europea- que ni es socialista ni comunista, así que no se inmolen en la sobriedad de la razón. Mientan y especulen como ellos, muevan la calle con radicales, abjuren de los ritos sagrados, tiren la casa por la ventana allí donde gobiernen, pero sobre todo hagan un curso acelerado de propaganda engañosa y suculenta, prometiendo lo imprometible, y cambien el rezo del angelus por  unos chistes de Gila o de Chiquito de la Calzada. 

jueves, 14 de mayo de 2020

¿País de servicios o de sirvientes?









Me lo pregunto seriamente, porque  el descalabro económico que se avecina con esta crisis pandémica parece estar ligado a la quiebra del turismo, bares y restaurantes. ¿Es así? Pues que fiasco tan humillante el percatarse de que vivimos de un monocultivo de servidumbres que, sin duda, es un negocio subsidiado por quienes compran placer. Me resulta casi obsceno haber llegado en algo más de medio siglo a depender del ocio, la gula y el alcoholismo para nuestro sostenimiento, abandonando  aquellas actividades básicas e inmemoriales que históricamente nos permitieron ser una nación, como otras. Había quedado probado que incluso ante los avatares de la miseria sabíamos subsistir, sembrar y recoger, fabricar, vender. Pero un día se destapó la caja de pandora y alguien vislumbró que, sin darle mucho al coco ni tener que discurrir demasiado, se podía ganar dinero satisfaciendo a unos tropeles pudientes y deseosos de solazarse. Los campos se abandonaron, y las fábricas fueron cerrando. Las hordas de turistas proveían de pingües beneficios  a cambio de cocinarles, servirles copas, limpiarles las habitaciones, y entretenerles ejerciendo de bufones. Fácil. Demasiado fácil. Se satisfacían así las nuevas demandas de los países ricos, los que aumentaban su capital emprendiendo retos tecnológicos e innovadores, currando el progreso en si mismo. Poderoso caballero es don dinero, y todavía más poderoso es don talento, del que no carecíamos pero al que renunciamos a cambio de la estulticia de un modus vivendi servil y campechano. Se enterraron definitivamente los restos mortales del ingenio que nos habían salvado en las peores circunstancias y , si se quiere, que nos permitieron  muchos siglos atrás  edificar un nuevo mundo. La renuncia al intelecto productivo ha cavado esta fosa tan profunda en la que reposamos los españoles, y de la que es muy difícil salir o, mejor dicho, imposible. Seguiremos mendigando a cambio de poco, arrodillados ante la iniquidad de quienes gobiernan el mundo, aguardando sus dádivas con ansiedad, porque nadie, ni mandatarios ni ciudadanos, aquí está dispuesto a ningún esfuerzo personal ni colectivo.

Seguiremos como sirvientes vituperados, y nuestras hieráticas rebeliones no amenazarán a ningún Señor sino a los propios  remeros  que somos, amarrados al duro banco de una galera asiática. Y ¿a quien le importa eso?. Arrojarán al mar los cadáveres de esos motines y los substituirán por nuevos convictos.

Qué grave error confundir la enjundia de los servidores con la insignificancia de los sirvientes.

lunes, 11 de mayo de 2020

Adiós, Isabel, adiós

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 Ha sido en la madrugada de este pasado domingo. Isabel Girón ha fallecido a sus cincuenta y tantos años, un óbito que ha caído como un inmenso jarro de agua fría sobre todos quienes la conocíamos, por lo inesperado y lo terrible que ello ha supuesto. No lo podíamos creer, pero la realidad ahí estaba, frente a su semblante bondadoso, su impecable sonrisa que transmitía  admiración recíproca y de la que, sin embargo, ella era la gran merecedora. Siempre me han cautivado esas personas que nos muestran un afecto incondicional sin que sepamos, a ciencia cierta, las razones ponderables de su magnánima actitud hacia nosotros, e Isabel era una de ellas, una de las pocas que  se te aparecen en la vida con esa deliciosa actitud. Lo común es dar con  tacaños/tacañas de espíritu en nuestras relaciones cotidianas, cuando no con gentes adustas, y todo ello porqué, tal vez, nos paguen con nuestra propia moneda. Ella era diferente, ofrecía, regalaba su colaboración, y además nos lo agradecía. ¡Qué grandeza!

Hablar de Isabel, precisamente ahora, es reflexionar en medio de esta distopía a la que pertenecemos, y hacerlo con muy pocas esperanzas de evasión. Su ejemplo, maravilloso ejemplo, no nos cunde. Seguimos instalados en esas predeterminadas obcecaciones  de nuestro cerebro reptiliano, sin apenas prestarnos a los demás, ocupándonos de un miserable "carpe diem" como único y estricto objetivo, sin importarnos un rábano todo aquello que no sacie nuestros apetitos diversos, y si puede ser gratis mejor. Muy al contrario, esa dedicación plena al cuidado de los demás, y a la pedagogía de las cosas sanas, fueran ancianos o niños, rompiendo el monótono tic-tac de un geriátrico con sus caricias o enseñando los primeros pasos del esquí a mocosos arremolinados en la nieve, habla por si misma de la belleza en estado puro. No nos debería de caber excusa para tratar de imitarla, máxime quienes hemos recibido  sus dones en las vidas de nuestros hijos pequeños, pero no lo haremos. Seguiremos en nuestra vorágine tóxica de un hedonismo galopante y, la mayoría, poco a poco olvidaremos a Isabel y a su labor entregada. Somos así de impresentables. Mañana, o pasado mañana, regresaremos a esa sabana feroz del post-confinamiento para tratar de copular y devorar con las terrazas y bares, con las playas, con los grandes almacenes, con los estadios de fútbol, con los viajes en tropel a donde no se nos ha perdido nada. Mierda!

Y es que el Bien no está en los sermones, ni en la prosperidad malentendida, sino en personas como Isabel. Bravo por ti.

martes, 28 de abril de 2020

El diagnóstico


Lo más parecido a un régimen politico opresor, y radical, es este confinamiento por pandemia que ahora estamos sufriendo. Hemos perdido la libertad, sin más ambages, y empezamos a sentir los primeros síntomas de una lenta pero invasiva enfermedad que termina siendo letal. Concedo que, por ahora, no hemos llegado al drama del horror bélico convencional, el que sufren actualmente varios millones de seres en el mundo en más de cuarenta conflictos activos, pero algo se ha manifestado ya en forma de patológica inquietud dentro de nosotros. Es un pródromos  insidioso que aún no causa graves manifestaciones generales, pero si locales: nos ha empezado a temblar la confianza. 

Todo ha empezado, aún con previo aviso, cuando tras desdeñar, una vez más, lo que a otros  muy ¿lejanos? les ocurría desde el pasado diciembre, hemos advertido unas molestias vagas en forma de reclusión domiciliaria para una quincena. "Es extraña esa pequeña úlcera, pruriginosa pero indolente, que de pronto nos ha salido  en medio de nuestras anchas espaldas". Ya se pasará, no puede ser nada importante, no sangra, no tiene mal aspecto, y además nos han dicho que con dos semanas de reposo se cura. Hagamos acopio de unas provisiones, leamos, tomemos el sol en la terraza y unas copas de vino extra, y en pocos días todo se solucionará. Pero no fue así.

Para mi vecino es "una tocada de huevos", y lo lleva muy mal, Para mi amigo emprendedor y dinámico empresario en potencia, estos son unos días preciosos para diseñar una revolucionaria estrategia de marketing que en breve arrasará en ventas comerciales.  Por fin, su decimonoveno proyecto, triunfará. Para el venerable abuelo que cada año, en otoño, me acompaña a buscar setas será el fin de su existencia, y me quedaré sin guía micológico para siempre. ¡Qué pena!, pero así es la vida. Para mis nietos, albricias, unas maravillosas e inesperadas vacaciones durante las que entregarse (cuerpo y alma) a la Play Station. Pero no, no ha sido exactamente eso, cuarenta y cinco después

-Así, ¿usted cree que todo esto es una infección venérea?
- Lo es, Se trata de un cuadro clínico patognomónico.
- Pero bueno, ¿qué me está diciendo?
- Reconozco que resulta extraño observar tal tipo de lesión en medio de la espalda, 
 pero cosas mas raras se han visto, Verá, el sujeto en cuestión tenía la insana costumbre de                  frecuentar  unas desaseadas meretrices que satisfacían, sin objeciones, sus excéntricos                       caprichos. Uno de  ellos era montárselas a horcajadas en su espalda y trotar por la                             habitación dando gritos de  victoria. Ese contacto prolongado y de rítmicas inoculaciones ha             sido la causa de la infección. ¿Me sigue?
-Perdone, está usted completamente loco.


No tan loco. El sagaz investigador ha rastreado en todo lo posible los antecedentes del enfermo, sus hábitos de vida, sus contactos, sus desplazamientos. Un encomiable trabajo de campo. Se trata de un ciudadano respetable, descendiente de una reputada familia de la ciudad. Sus antecesores construyeron un sólido negocio que, generación a generación, se ha mantenido, aunque con algunos altibajos, de forma próspera. No obstante, como los tiempos han cambiado, ha decidido emplear parte de su fortuna en placeres viciosos y así gozar del momento presente. Carpe diem. Ha puesto fin, poco a poco, al recto espíritu de la familia, ese marchamo inmemorial de abnegación y trabajo, desplazando la penosa imagen que ofrecían las fábricas de sus tatarabuelos, pobladas de obreros miserables y enfermizos, a otras latitudes lejanas, donde la explotación  humana continua pero sin la tediosa obligación de contemplarla  todos los días al acudir a su puesto dirigente. Como ha perdido la noción de actividad real, ya no es capaz de resolver los problemas técnicos u organizativos que van surgiendo, y ha contratado a un nutrido equipo de asesores, que por cierto le roban bastante durante sus repetidas ausencias. Se aburre en esa holgazana monotonía, y recurre a todo tipo de torpezas para distraerse. Nunca ha pensado en un plan alternativo que equilibre la alta capacidad empresarial con  el bienestar y el progreso paralelo de sus tradicionales trabajadores. Le han contado que deslocalizando la producción se logran pingües beneficios al tiempo que se colabora con el desarrollo del tercer  mundo. Un traje a medida. Sin embargo, ahora este contratiempo, esta ulcerita en su espalda que se resiste al tratamiento y le tiene preocupado. Visitará al mejor especialista, gastará lo que haga falta y, sin duda, se curará..Eso cree. Pero no, no será así.
         
           -La lesión ha desaparecido -dice el prestigioso dermatólogo-, pero no solo no está curado sino que padece un fase avanzada de la enfermedad que,  en  pocos años, afectará a su sistema nervioso central causándole demencia y parálisis progresiva, hasta que le explote la aorta.
           -Pero algo se podrá hacer -exclama el acaudalado consultante visiblemente horrorizado-, tiene que haber una u otra solución en estos tiempos de avances científicos.
           - Bueno, algo puede hacerse, es cierto -responde el especialista-. Cuando sea el momento oportuno puede recambiarse la aorta, eso es técnicamente factible ya en la actualidad y desde hace unos años. Pero lo demás...me temo que no.
          - Creo que voy a consultar a otro médico menos agorero que usted -profiere indignado el paciente de pago-. Parece mentira que diga estas cosas.
           - Pues ya lo ve, no puedo decirle otras. Su problema,  ahora, ya es muy grave. Algo ,le  reitero, se puede hacer, pero tan solo para seguir viviendo en un cuerpo deshabitado, latiente, pero desquiciado, instuticionalizado, como le ocurrió hace años a Occidente. ¿Lo recuerda?, o ¿soy yo quien se está liando entre el pasado y el futuro?




         



miércoles, 22 de abril de 2020

Sin primavera





No solo "nos han robado el mes de abril", sino la primavera entera. Seguramente estaba escrito en alguna parte que este año faltarían las ruidosas golondrinas del atardecer revoloteando sobre los tejados, y esa estampa de lugareños ocupando el ágora de las plazas cuando la luz del día todavía permanece en el cielo. Como todo nacido en primavera mantengo una relación de amor y odio con ella que se debate sin  vencedor ni vencido esos meses señalados en los que nacen los monos y el aire se espesa con el maná del polen. Ha sido en esta estación climatológica en la que , aunque pocas veces, he enfermado de verdad, con alguna gripe terrible que torturaba mi cuerpo y mi alma a través de la fiebre.  Para mí, las primaveras, son períodos básicamente estéticos, no muy emparejados con la felicidad, cuya explotación monopoliza, desde siempre, el verano. Por si fuera poco, ahora y en este caso, ignoramos si luce como en otras ocasiones o también ha quedado confinada.

Retrospectivamente, cuando paso revista a mi biografía, constato que además de esas gripes escalofriantes, en primavera he sufrido bastantes sinsabores emocionales. Por más que en pleno mes de mayo ella me diera la bienvenida al mundo hace un montón de años, no hemos hecho buenas migas. Y la cuestión no queda ahí, porque en medio de sus verdecidos emblemas luce el crespón negro de la Semana Santa, que jamás he asimilado positivamente. Ese receso funerario entre marzo y abril, en mi entorno,  ha significado un lapso insomne y advenedizo dentro de mi vida estudiantil y un castigo de inactividad perniciosa durante mi etapa profesional. ¡Cuánto odiaba llevarme los prolijos apuntes para aquellas  aburridas minivacaciones,  y qué descalabro asistencial sobre la programación acuciante del Servicio! 

 Abajo la primavera.